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Medio dormido en mi jardín
os vi, dulce señora, sí, a vos;
parecíais un ángel o un serafín;
¿o quizás un mensajero de Dios?
¡Qué hermoso sueño tuve!
Quimera de alas blancas puras
propias del más albo querube
que ilumina mi noche oscura.
Desperté y mis ansias retuve,
pero no mi cruel amargura.
¡Cuán afligido y triste estuve!
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