¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

¿Y ahora qué?



Aún no he de llegar a ese momento, pero intento imaginármelo. Trato de estar preparado ya que sé que llegará en alguna ocasión. No importa si será diurno o nocturno, sólo me basta con saber que llegará, que al algún día me encontrará. A veces me pregunto ¿cuándo? ¿Cuándo asomará sus narices aquel cruel depredador? Sin embargo respeto de la magia de la sorpresa, y el trayecto de la incertidumbre. Sé que dolerá su encuentro, que traerá desesperación y angustia. Sin embargo lo espero con ansias, es como un temor morboso. Le temo, pero espero a que llegue. Espero que en algún momento de la vida me tome por sorpresa y me diga: ¿Y ahora qué?

Quizás muchos de ustedes también lo esperan, por lo menos todos deberíamos desearlo. Y yo estoy aquí esperándolo sentado en mi escritorio, frente al ordenador, tirando letras al aire sin parar, casi sin saber qué es lo que escribo. Esperando, siempre, que entre por la puerta y me diga “Aquí estoy”, o quizás lo haga por una ventana. Creo que es el sueño de toda alma creativa viviente, y como buen viviente quiero estar preparado para cuando llegue. Que me tome de sorpresa, pero tenerle una respuesta guardada en el cajón que está a mi derecha. Como una carta que en vez de ser llevada al correo para su despacho, aguarda a que su destinatario llegue a ella. Pretendo estar de gala para recibirlo, con sombrero y toda la cosa. De fiesta, como corresponde. Un poco por temor, no deseo que al llegar me encuentra de entrecasa y piense “¡Pero qué hombre tan desarreglado!”, y otro poco porque él se lo merece. Merece que prepare su llegada ¿no es acaso lo que esperé toda mi vida? Y aquí sigo aguardando en la espera, pero esta no es tan dulce, sino más bien algo amarga, y bastante a menudo se torna agria, sobre todo al principio. Es que lo dulce lo entrega al final. Cuando sientes la dulzura ya es inevitable su llegada. Es como el mensaje que te envía alguien antes de llegar a tu casa, es su aviso de visita. Y ahí sabes que definitivamente hiciste las cosas bien.




En ese momento él aligera el paso, casi corre a tu encuentro. Quizás está un poco más lejos de unos que de otros, o quizás hace un selección de a quien visitará primero. No lo sé. Pero siempre se acerca cuando se siente ese gustito dulce en la boca, cuando se siente la satisfacción, cuando te empalagas de tu propia obra. Mientras más dulce se vuelve todo, más se acerca, más acecha. Y una cosa es superar la frustración y otra, algo muy distinta, enfrentarte a él. Es como el verdugo del artista, y sonríe tras su máscara negra, sonríe porque sabe que no perderá, que no te va a dejar ganar. No conocí alma alguna que después de la dulzura no lo haya conocido. Se alimenta de ella, por eso llega, siempre llega. Y yo lo espero y hago los preparativos. Quiero estar preparado, para darle una hermosa fiesta de bienvenida, refutarle su propuesta y redoblar la apuesta. No voy a dejar que me venza, es un trabajo arduo llegar a la dulzura, y sé que llegaré, aunque aún no sé cuándo, pero lo haré y no voy a  dejar que me lo arrebate tan fácil. Ya lo siento en la sobra, esperando, observando, se relame sus labios a cada paso que doy, sé que me olfatea y yo lo olfateo a él. Me causa escalofríos cada dos por tres. Está ahí, va llegar, por eso lo espero, por eso estoy vestido de gala. Le temo, es verdad y más de lo que me gustaría, pero deseo que llegue.

Es que ya lo dije su llegada anuncia que la labor está lograda. Y no hay nada que ansíe más que lograr mi objetivo, mi propósito. Hace ya varios años que comencé mi labor, casi sin saberlo, era ignorante de ella, era ignorante de todo esto. Pero con el tiempo lo fui viendo más claro. Y ahora, ahora soy muy consiente. Estas letras son mi propósito. Estas letras son yo y yo soy ellas, y cada día me aproximo al momento, y el momento se me aproxima. Estoy feliz, pero a la vez temeroso. No sé si estas emociones van siempre de la mano, creo que no, pero en esta ocasión pareciera que sí.  Y no, no quiero dejar de tener este temor, todavía me es útil, todavía me sirve. Es él el que me pone en alerta y me lleva a prepararme, el que hace que todas las noches me vista de gala, el que está preparando la fiesta.

Y aquí te espero, mi gran depredador, con los brazos abiertos. ¡Ven!, pues  ansió tu encuentro, soy yo el que te invita a venir. Soy yo el que te enfrenta.

Ahora ven, ven que te tengo tu respuesta. Porque ahora yo empezaré a acecharte a ti. Etas invitado, tu fiesta de bienvenida te espera.

Ven y dime… ¿Y ahora qué?




AlPolvoVamos.


¡Para más relatos pincha aquí!


Comentarios

Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com