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Prólogo - La mano tendida

lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
editado julio 2016 en Narrativa
[h=1]PRÓLOGO: LA MANO TENDIDA[/h]
Es el hombro, en realidad, el que soporta latensión de todo el brazo, pero el movimiento se inicia en el codo. Éste, con elimpulso que le llega de la sangre bombeada por el corazón y de acuerdo con lasórdenes dictadas por el cerebro, que a veces hace ese tipo de jugarretas,transmite su fuerza al antebrazo, que se eleva unos treinta grados –sistemasexagesimal– y genera un magnetismo casi telúrico que electriza la venabasílica hasta la muñeca; y la mano se abre. El pulgar se recuesta sobre lafalange inferior del índice y los otros cuatro dedos se humillan ante la palma.La mano se hace cuenca, aparecen nuevas líneas que no se sabe qué fortuna odestino deparan, envejece. Los nudillosno se ven, pero están ahí, desafiantes. Después de un par de horas, duele todoel brazo. En un día de frío, los ojos llorosos, los harapos apenas cubriendo uncuerpo miserable, con hambre eterna, las yemas de los dedos crecientementeinsensibles, el dolor casi se hace carne. Para llegar hasta aquí se debe tenerdomesticada la vergüenza. Hay que aprender a soportar el juicio de los demás.Se pretende mover a la conmoción… o a la compasión. ¡Para llegar hasta aquí!…No todos los caminos que conducen a la calle tienen el mismo umbral, perodesembocan en el mismo punto: la mano tendida, la súplica anhelante, el ruborsolícito. Se ansía algo de lo que se carece y que otros más bienaventuradospueden darte. Y al final viene a ser la moneda que cae en la mano. ¡La mano!…Bien se ve que mendigar viene de manus,y que mendicare quiere decir extenderla mano para pedir. Para los que así se labran un sendero muchos han sido losnombres dados: pobres, pordioseros, pedigüeños, vagabundos, indigentes,nómadas, menesterosos, desharrapados…; y otros menos benevolentes: pícaros,perdedores, desocupados, miserables, ladrones, gentuza... ¡Los mendigos! Perohay muchos tipos de mendicidad. El hueso cúbito, como el eslabón bienengrasado de una cadena, como la Rueda de la Fortuna de las cartas del Tarot,invierte ahora su giro. Flexionado el codo, el antebrazo se alza levemente. Conla mano apuntando hacia la tierra unos treinta grados –sistema sexagesimal–pulgar e índice quieren abrazarse de manera obscena, pero no consiguen tocarse.Queda un leve soplo de aire entre ambos: un angosto túnel que parece mendigar agritos una pluma. Y el poseedor de esoshuesos, de toda esa carne y sangre –hay que arrancar con sangre–, necesita unapara recorrer de oeste a este, siguiendo las sinuosidades de las letras, elpergamino, encima del escritorio. Para llegar hasta aquí se debe tenerdomesticada la vergüenza. Hay que aprender a soportar el juicio de los demás.Se pretende mover a la conmoción… ¿o a la compasión? Se ansía algo de lo que secarece y que otros más bienaventurados pueden darte. Y al final viene a ser lamoneda que cae en la mano: se mendiga un lector que preste sus oídos, que dejeel corazón en la historia; se precisaconectar los propios humores y flujos sanguíneos con los de un semejante;proyectar en otro pensamiento los íntimos fantasmas, las miserias o grandezas,rendirse a la belleza. En resumidas cuentas, se necesita un amante –ovarios–, “y que Dios se lo pague”. Si ésta ha de ser una fábula sobre mendigos,hay que comenzar pidiendo. Y así, la mano tendida, como ellos, con humildad; yencomendándome a Tot –el de la cabeza de ibis–, suplico fuerzas para nodesfallecer. Y si ha de versar sobre aquéllos con los que traté, que meexpusieron sus vidas con la vocación de contadores de historias, debe añadirseque sus grandes secretos con frecuenciafueron desnudados y puestos al descubierto, cuando no fueron, pocas veces,velados por el pudor. Los hechos que se referirán aquí me fueron relatados porsus traidores: ellos mismos casi siempre, forzados por la necesidad (muchostipos de necesidad, también la de ser entendidos). Pero tuvieron otrostraidores; por eso el narrador es casi omnisciente. Si ésta ha de ser la historia de los ochomendigos que conocí –ocho como los dones del Universo–, se habrá de intentarsangrar la pluma para que testifique fielmente sobre sus vidas y no lasdesvirtúe ni los traicione; para que, convertida en pincel, puedan realzarsesin salpicaduras, en el primer plano del cuadro dibujado, su grandeza, sudignidad y su belleza, sin esconder por ello su penuria o necesidad, perovistas al fondo, en perspectiva. Pues si carecían de todo, o lo tenían todo oquizá las dos cosas a la vez, está por verse. Ellos, que devoraban nochesestrelladas con voracidad de vampiros, si no tocaba comer; que ahuyentaban elfrío con relatos, cuando la leña mojada o la falta de leña impedían alimentaruna hoguera; ellos, en fin, tuvieron que reinventarse día a día, noche a noche,con sus propios códigos y mitos, transformando leyes, rectificando el Universo,hasta hacerse simbólicos. Tal vez por ello el libro de sus vidas sea complejo ytenga muchas lecturas. Tal vez por ello consiguieron trocar lo inverosímil encreíble, porque –no podía ser de otra forma- sus experiencias se entiendencuando, como hicieron todos, para cada una de las etapas de sus diferentescaminos se sigue el orden cronológico, que ellos respetaron como sagrado. Peroes difícil seguirlo porque en toda fábulalos hilos narrativos se entrecruzan y se cosen o se descosen cada vez que unpersonaje, por orden cronológico, entra en la trama. Quizá por eso todahistoria debería contarse al menos dos veces: alguien que la conociera deberíacontársela a una segunda persona, y ésta a una tercera; y acaso en algunaocasión sea narrada con los nudos de la madeja claros y ordenados. Peroestoy perdiendo los hilos. No sé si voy a saber contarla.

Comentarios

  • lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2016
    Siésta ha de ser una historia sobre la miseria, no será, sin embargo, unaalegoría sobre el dolor, sobre la podredumbre del corazón humano. Será lo quesus vidas son, sin innecesarias estridencias. Nunca, como los héroes de laliteratura –mil veces desalmada con sus favoritos–, simbolizaron la tragedia.Sus años están tan repletos de sinsabores como son fecundos en episodios deamor y lealtad. Pues su carne y huesos, habituados a los afilados cuchillos dela mirada compasiva del limosnador; del cruel empeño en fingir que no se losve; o de la brutalidad progresivamente cotidiana de la canalla, igualmentesirvieron para ser tocados por la ternura; y con ella el dolor sólo los rozó. Siésta ha de ser una historia que exhiba los acontecimientos de cada uno de suscaminos, en sus respectivos e individuales encuentros con la calle y en sumutua convivencia posterior, mas dejándose ver a un tiempo la impronta de suscaracteres, habrá de establecerse el compromiso de retratarlos de manerafidedigna para serles leal. Así, es perentorio añadir que no carecieron decierta espiritualidad, pero al modo de los paganos. Reverenciaron como diosessupremos al Universo y a la Tierra. Eran amamantados por los pechos de la grandiosa celeste –pues, como es sabido, el Universo es una mujer–, y en esalactancia, del mismo calostro de la materia cósmica, absorbían elixires deeternidad. Mientras, el padre Tierra –masculino, como es manifiesto- dejaba caersu semilla de sabiduría sobre el terreno, preparándolos para que sus órganossensoriales estuvieran atentos a la recepción de sus llamadas, a veces emitidascon la voz ensordecedora de la urgencia. Pero en su Olimpo cupieron también unbuen número de deidades menores, más condescendientes e inconsistentes, menossujetas a dogma. De este modo, construyeron altares a diosas y dioses como lasaguas, los árboles o las estrellas; y tuvieron por demonios a los vientos. Yrenegaron de Dios-Destino, como lo llamaban; y del diablo (la otra cara de lamisma moneda), por implacables en sus juicios, por celosos en la observancia desus estrictas leyes, por veleidosos y mudables en el afecto hacia suscriaturas. Ante Dios-Destino o el diablo siempre antepusieron las leyes delUniverso, pues éstas actúan en el bordedel abismo y se rectifican cuando quieren si desean que uno de los suyos seasalvado, y el Universo se encoge: y ya se sabe qué tipo de acontecimientospresagia. Asimismo abominaron de las religiones monoteístas, que desprecian labelleza del mundo. Pues éste es sólo explicado como lugar de paso, inútil ydeforme, pasarela a una posible eternidad que además no habrá de ser otorgada ala totalidad de los mortales sin severa selección previa; y ante esa contingenciael mendigo se aparta de ese camino, prefiere acomodarse en algún recodo yatisbar sin prisa toda la hermosura que el horizonte le regala. Contemplandoeste esplendor, descubren la perfección o el sentido que yacen incluso en lasuciedad, el hambre, la enfermedad o la miseria. No es raro que en susfrecuentes tertulias a la luz de una llama mortecina, rodeados de frío yoscuridad, se les escaparan frases magnificentes y así pude oír de ellos cómo“las religiones nos han hecho creer que la vida es el precio que hay que pagarpor la belleza. Pero como el rostro que la luna nos oculta, nos han impedidover el otro lado: que hay belleza en cada precio que pagamos por la vida”. Mi mano, trémula ante la tarea reciénemprendida; tan caliente que casi se vuelve ígnea; sudorosa, febril, palpitantede venas y nervios en ebullición, vacila en seguirme por la senda que hemos detransitar juntos –mi mano y yo– en los días que han de venir. Sostienedubitativa, en el leve túnel de aire entre índice y pulgar, la pluma que ha detornarse herramienta de creación de los héroes (o quizás antihéroes) de minarración. Se arruga ante la dificultadde perfilar sus historias y no sabe que el reto es profecía, hado,determinación o logos; que nada me parará, si la mano no me es arrancada, en lalabor acometida. Y desde las uñas a la muñeca, toda su maquinaria se pone enmarcha para el quehacer imposible de la fabulación de las etapas de ocho vidascon sus avatares, sus glorias, sus mezquindades… Todas estas cosas se han de mostrar en elcuento, si con el viento a favor y el tiempo eterno de la madre Universo a midisposición sé hacer buen uso de ellos. Si lo consigo, podré recoger misombrero del suelo con la satisfacción que supone la moneda que se recibecuando ya no se espera comer; cuando se ha pasado toda una tarde, con el ánimoinfatigable del mendicante, aguardando en la incertidumbre. Si no lo consigo,me apartaré como se aparta un mendigo de un lugar donde no se lo deja entrar:humildemente, sin pedir explicaciones por la exclusión, dispuesto a mendigar enotra calle. Pero algo más habrá que decir de mí. Es minatural pudor el que me ha hecho vacilar sobre lo aconsejable o no de darme aconocer, pero como no quiero que mi escrito se considere apócrifo, he vencido ala tentación del anonimato y estará firmado. No sólo es cierto que conocí a losocho mendigos y su Historia, sino que también formo parte de ella: soy uno delos personajes del libro; y como personaje entraréen la historia sin estridencias, sin falso orgullo ni falsa modestia; me meteréen la trama cuando sea necesario para respetar cierto orden cronológico. Y entretanto dejaré que tres de los mendigosnos narren también sus evangelios; pues si éste ha de ser un cuento sobreellos, ellos han de tener voz en este cuento; y se han de respetar suspalabras, sus tonos, su modo de entender sus propias vivencias. Yo haré de coroque los acompañe y mis vocablos acercarán el sonido de la tercera persona,cuando ellos callan; apareceré entre incisos y descripciones, entre símbolos yestrellas; y escogeré en qué punto del relato el personaje revelará sucondición de narrador y se hará visible, como es visible el sol al irrecorriendo, aparentemente, un camino lineal por entre las constelaciones.Hasta ese momento, aunque ya me habrán visto más de una vez quizá sinreconocerme, sólo seré una nebulosa, de cuya condensación nacerá esta trémula ytímida estrella. Dejemos entretanto que el sol y los planetas sigan su curso alo largo de la Eclíptica, escoltados por el Zodíaco; dejemos que las líneas sevayan expandiendo como arrugas por esta sábana blanca; dejemos que la historiase escriba sola. Ya sé… Sigamos a la estrella Régulo.
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado julio 2016
    Hola Lukenike, que bueno tenerte por aquí de nuevo.

    Tu escrito tan junto se dificulta para leer, deberías espaciar lo, aparte de que te salen palabras juntas que deberían ir separadas, a lo mejor es al pegarlo para ponerlo aquí que te sale así.
  • lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2016
    Lo sé, Amparo, pero es como he sabido hacerlo. Ay, tampoco ahora me leerá nadie, menos tú, que te has leído la trilogía entera.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2016
    Esto es como la pared de una montaña lisa, sin asideros para escalarla.

    La estructura de un cuento es fundamental y se observa desde el primer vistazo. Si no encuentras forma de diferenciar entre sus partes, si van todas las frases seguidas, una detrás de la otra, es que sólo es el primer borrador y hace falta reescribir. Hay que pensar en la intención del cuento, ordenar todo para tal objetivo y eliminar lo que sobre.
  • lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2016
    La novela entera ya está en amazon, incluso en ebook y en inglés también, Perplejo. Los fallos que ves son mi habitual torpeza para cortar y pegar y publicar algo en el foro, de todos modos la novela se puede leer entera en el blog que sale en mi firma.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2016
    Creo que deberías editar el pedazo que pegues aquí y añadir los espacios a mano. Es una pena que no podamos leerte por un fallo de forma.
  • lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2016
    Es igual, perplejo. Mejor lo dejo. Al final a cada intento, sólo obtengo comentarios sobre la forma y no sobre el fondo.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2016
    Cuando digo defecto de forma me refiero a la forma de editar en el foro, nada más. Un trabajo que debería llevarte unos minutos.

    Pero si hablamos de forma en literatura, ésta no es distinguible del fondo. Mucho menos en el género que trabajas que requiere un alto grado de preciosismo para situar al lector en un registro épico.

    He tenido que copiar y pegar, aumentar el tamaño de letra y poner yo los espacios para poder leerte. Mi opinión es que debes elegir las ideas que comunicas, sólo las más valiosas y que mejor sirvan al propósito de la historia. Y a la hora de ejecutar esas ideas, hacerlo con mucha, muchísimas más economía de medios. Tomaré como ejemplo el primer párrafo:


    Es el hombro, en realidad, el que soporta latensión de todo el brazo, pero el movimiento se inicia en el codo. Éste, con elimpulso que le llega de la sangre bombeada por el corazón y de acuerdo con lasórdenes dictadas por el cerebro, que a veces hace ese tipo de jugarretas,transmite su fuerza al antebrazo, que se eleva unos treinta grados –sistemasexagesimal– y genera un magnetismo casi telúrico que electriza la venabasílica hasta la muñeca; y la mano se abre.


    Quieres poner el foco en la parte mecánica de cerrar o abrir un puño. Para ello describes la anatomía y los procesos que intervienen en algo tan dramático. Supongo que lo quieres hacer analizándolo como si fueras un forense, con fría objetividad, para obtener un efecto de contraste. Para ello no es necesario frases tan complejas ni enumerar tantos elementos. Es preferible que des mucha información con pocos elementos que no despisten al lector y escojas las palabras que entonen el registro que pretendes. "Vena basílica" suena académico y preciso, por eso te sirve. "Magnetismo casi telúrico", no, pertenece a la lírica, al mismo mundo del "puño"; por tanto, es redundante y juega en tu contra.

    Ni que decir tiene que aclararnos que los treinta grados pertenecen al sistema sexagesimal no aporta nada. Que empezar hablando del hombro cuando es irrelevante no es la mejor manera de construir este párrafo. Que el corazón, hasta que nadie diga lo contrario, siempre bombea sangre. Que cuando alguien "dicta" algo, ese algo suelen ser órdenes. Hay que limpiar. Aplicar una mirada minuciosa no implica hacer frases con subordinadas que no acaban nunca ni poner palabras porque sí, precisamente por ser minuciosa, el lenguaje debe ser preciso, espartano.



    Si lo limpias, queda algo así:

    El cerebro ordena al antebrazo elevarse treinta grados y al corazón, que aumente el bombeo a la vena basílica. Cuando la descarga tensa las fibras que unen el codo con las falanges, la mano se abre.


  • lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2016
    Perplejo, a ver te diré unas cuantas cosas: en la novela unos párrafos hablan con otros y prácticamente no hay nada puesto al azar. Fue mi modesto intento de emular a Moby Dick, donde hay mucho más de lo que se puede leer. Pones de ejemplo la vena basílica. Esta habla con un lugar de la ciudad que es la basílica, y a su vez con basilisco, la segunda parte es "De la ternura y otros basiliscos", donde una serpiente tiene su importancia, con a su vez la constelación de Ofiuco (el serpentario), y basilisco quiere decir pequeño rey (el capítulo 20 se llama El pequeño rey) y a su vez tiene que ver con la estrella Régulo (título precisamente del epílogo y estrella eje e inspiración de toda la novela). El sistema sexagesimal también es importante en la novela y el número 60 en general. Y todo lo demás, aunque obvio, como que el corazón bombea sangre, y que las subordinadas son largas, tiene que ver con el ritmo del capítulo del que estoy más orgulloso. Sólo tienes que ver la cantidad de comentarios positivos que tengo en ese capítulo en el blog. Ya no puedo cambiar nada, porque está a la venta en amazon. Pero es que además no cambiaría nada. Me gusta como está y tengo lectores a los que la novela les encanta. Y créeme, no hay nada al azar. Todo está puesto por algo. Y el primer párrafo es un contraste con el segundo, según se ponga la mano.
  • PerplejoPerplejo Fernando de Rojas s.XV
    editado julio 2016
    Ah, bueno, pues entonces no hay nada que pueda aportar. Ni yo ni nadie en realidad.

    Suerte.
  • lukenikelukenike Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2016
    Sí se puede aportar. Hay dos lectores del foro que se la han leído completa. Y de todos modos, puedes decir lo que quieras. Yo no me enfado. Si son críticas a la forma, no me afectan. Si son al fondo, tampoco. Yo sé lo que he querido escribir.
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