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Fortuna volátil

RomitRomit Anónimo s.XI
editado enero 2016 en Narrativa
Eran las nueve de la mañana de un jueves y John llegaba con su traje de quinientos dólares y sus zapatos de piel de caimán, al grandioso habitáculo de la bolsa de Wall Street.
Desde el mes pasado se especulaba que la bolsa podría tender a una caída progresiva en los próximos meses y sabía que la única manera de salvar su dinero invertido, era vendiendo sus acciones lo más rápido posible. Pero no estaba solo, había decenas de personas que también estaban intentando lo mismo.
Un infierno se avecinaba, todas las cotizaciones bajaban en picado sin ningún freno. Los gritos de los inversores no podían detener la caída. En tan solo unas horas el desplome de Wall Street era evidente.
John sudaba por culpa de los nervios que se respiraban en la sala. No se podía imaginar que su dinero estaba desapareciendo gradualmente sin paro alguno. Se quitó la corbata por culpa de la presión a la que estaba expuesto. Sabía que tuvo la oportunidad de vender sus acciones el mes pasado pero no quiso, porque quería ganar más dinero. Había perdido la oportunidad y ese mismo día perdió toda su fortuna cuando acabó la sesión a las tres del mediodía. Recordaba el día como el jueves negro.
Más tarde, paseando por New York, no se hacia la idea, de la perdida de tanto dinero invertido durante tanto tiempo. John miraba el recorrido que hacía cada día al salir de Wall Street, con ojos diferentes. Decidió entrar en Central Park para sentarse en un banco y pensar con tranquilidad cual era su futuro. Miró en el bolsillo y por suerte le quedaba unos mil dólares, de toda su fortuna. Se puso las manos en la cabeza apoyándose con los codos en sus piernas y observaba las palomas pensando que ellas no tenían ningún problema para poder seguir viviendo. Se estiró en el banco y contempló el cielo inocente. Cerró los ojos y analizó lo que oía a su alrededor. Estuvo una hora en ese lugar, se levantó y tranquilamente se encaminó hasta su casa.
Al llegar en el portal encontró la vecina que estaba limpiando la entrada. John no quiso hablar con ella, pero la mujer le saludo:
-Buenas tardes, señor Estams.
John no contestó a la señora, no le importaba mucho no haber contestado. Sacó las llaves del bolsillo y abrió la puerta de su domicilio. La mujer lo observó y sin hacer caso siguió limpiando la entrada.
John incluso había perdido sus propiedades pero aun tenía su casa, dejó las llaves encima la mesa del comedor, se quitó la americana y se sentó en un sillón al lado de la chimenea pensando cómo podría solucionar su nuevo problema.
No tenía hambre y se quedó casi toda la tarde sentado en el sillón. El comedor se oscureció después de que el sol desapareciera detrás de los edificios de donde vivía. Por fin decidió levantarse abrió la luz del comedor y se puso la corbata mirándose al espejo de detrás de los sofás. Cogió la americana y sin ninguna prisa se la puso. Salió de su casa y miró a su alrededor. Para ser octubre había poca gente en la calle. Bajó las escaleras y se dirigió a una armería que había a tres manzanas de distancia. Caminando tranquilamente, a las siete de la tarde, miraba a la gente como se comportaban. En una parte de la calle que nadie se fijaba había un vagabundo y John se paró dándole un billete de cien dólares. El pobre hombre le agradeció y John siguió su camino. Al llegar a la armería entró y se esperó unos minutos antes de que le atendiesen. Transcurrido el tiempo, el vendedor le preguntó qué es lo quería.
-Una automática de nueve milímetros.
El hombre de unos cincuenta años le enseñó tres diferentes automáticas encima del mostrador y le explicó las características de cada una. John se decidió por la mágnum y la compró en efectivo. Saliendo de la tienda se dirigió hasta su casa. Entró dentro y subió las escaleras hasta su cuarto, escondiendo el arma en una maleta llena de ropa. Cerró el armario con llave y bajó a la entrada al lado del comedor para llamar a una prostituta.
-Hola, me gustaría tener un servicio a domicilio. La calle es la quinta avenida número 860 de Manhattan. Muchas gracias.
Colgó el teléfono y preparó la mesa del comedor para cenar. Cocinó la cena y esperó la llegada de la chica.
Como un reloj, a las nueve en punto llamaron a la puerta. John abrió y dejó pasar a la mujer. Le quitó el abrigo y lo colgó en el perchero. Se sentaron los dos en la mesa y cenaron hablando de asuntos triviales. Rieron bastante y acabando de cenar subieron al dormitorio a hacer el amor. Pasaron dos horas y John se levantó a ducharse por última vez. Salió del lavabo con un albornoz y entró en la habitación donde estaba la chica.
Sacó la llave del armario del bolsillo del albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama y abrió el armario buscando la pistola y cuando la encontró quitó el seguro miró la chica. Y apuntándose la sien se disparó.

:)
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