¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Soledad

sirahquirogasirahquiroga Anónimo s.XI
editado enero 2016 en Narrativa
SOLEDAD
No estuvo la noche tan mal, al final. Demasiados días de encierro asediado por miles de apuntes, mi persona necesitaba una liberación en forma de borrachera o frivolidad. Y justo ese sábado noche , nadie disponible; viajes con novios, compromisos familiares. El rescate, in extremis, llegó de mi amiga Irene en forma de invitación a cena casera y relajada. Desde luego, no era el plan de mis sueños pero sí una fugaz desconexión que me permitiese conservar la cordura los próximos días. Al final, fue bastante entretenido, cuanto menos.

Casualmente, se unieron a la cena el hermano de mi amiga y dos amigos suyos Uno de ellos , callado, refugiado en unas gafas enormes y gruesas, sólo hablaba muy de vez en cuando aunque a veces me sonreía. Es buen chaval, me susurró Irene. Y educado. Pero hay que arrancarle la conversación. El otro, sin embargo, torrente de vitalidad, y con un buen puñado de anécdotas disparatadas nos hizo reir hasta casi vomitar el plato de pasta con verduras. Luego siguieron unas copas , y la cosa se alargó hasta las 3 de la madrugada. El hermano y los amigos decidieron rematar la noche con unos bailoteos en un garito cercano, pero yo decidí volver a casa. Sola.

Soy bastante aprensiva, pero , a pesar del ofrecimiento de los chicos por acompañarme , no acepté. Sobre todo, el chico callado, con amabilidad, me insistió bastante y yo rehusé el cumplido , porque no quería causar molestias . Así que apreté los dientes y el paso, y empecé a cruzar avenidas oscuras, inmersa en mis pensamientos, para intentar pasar el mal trago lo antes posible. A medio camino, empecé a escuchar un sonido intruso, aunque casi imperceptible. Estás paranoica, me dije, y seguí mi camino sin mirar atrás. 2 minutos. Otra vez el ruido , ahora más claro; era suela de zapato, Me giré, no vi a nadie. Pero sabía que había alguien. No sabía si detrás del muro de los grafitis o del tronco de un árbol. Y decidí seguir más rápido, con la sangre martilleándome las sienes como queriendo abrir un boquete. Se me ocurrió fingir saludar con vehemencia a un inexistente vecino insomne en un balcón , pensando que un testigo espantaría al perseguidor. . Dos minutos de silencio . Tres. Calma, y mi casa a tiro de piedra. Entonces se oyó una respiración acelerada, y otra vez la suela del zapato. Y ahora sí. Corrí . Supongo que no pensaba, que no sentía, porque sólo recuerdo que corrí. Ya en mi dormitorio, con el corazón aporreando como si quisiese huir de la cárcel del esternón, abrí la ventana para sober aire. Y desde allí contemplé boquiabierta cómo un tipo con unas gafas enormes y gruesas se anotaba en el brazo los datos de mi calle. Y cuando topó sus ojos con los míos, me dedicó una breve sonrisa y desapareció corriendo calle arriba, cual rehén perseguido por el más sanguinario de los asesinos.

Comentarios

  • evilaroevilaro Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado enero 2016
    Hola

    Simple pero bien hilvanado.


    Me ha gustado

    Emilio
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com