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El muelle

PipelinePipeline Pedro Abad s.XII
editado junio 2015 en Narrativa
Aquí va uno de los primeros relatos que escribí, una cosa un poco rara. Lo pongo porque transcurre en el mar y ya que el domingo recibimos (al menos en el hemisferio norte) el verano y comienza la playita ... Os pego también el enlace, con un formato más fácil de leer y el relato completo. Espero que os guste:):


El muelle está especialmente tranquilo. Son las tres de la tarde y el sol en su cenit escupe llamaradas tan furioso, que achicharra hasta las piedras. El agua ondea levemente, transmite el lento temblor que hace girar la tierra, la tenue atracción que ejerce la luna. Me agrada observar las tonalidades diversas que adquiere, el abanico de azules y verdes. Sus múltiples paradojas. La opacidad del mar y la transparencia del agua. Su aparente solidez, a pesar de que no se puede asir. Aunque estoy en la sombra, el calor me hace sudar y empapa la camisa. Me siento incómodo con la ropa húmeda, el pelo también húmedo en la frente y la nuca. Me desabotono. Emerge un cuerpo hinchado, feo y pálido. Por el horizonte diviso el barco de Antoine. Me incorporo y continuo mirando el mar. El alma es inasible, como el mar. Y el alma también necesita un continente, como el agua. Cuando un hombre muere, se seca. La muerte no es más que eso: convertirse en polvo. El alma entonces se evapora y retorna al cielo, engorda las nubes, se hace hielo, regresa al mar. El alma es agua.

Antoine agita los brazos, me ha visto. Le respondo y voy a su encuentro, mientras maniobra para dejar la pequeña embarcación en un hueco del muelle. Está radiante, moreno y casi desnudo, con un sombrero que aplaca su ensortijado cabello. Charlamos un rato, mira el reloj cada minuto, de manera tan rutinaria como el que respira. Llegan dos amigas de Antoine. De eso no me había avisado. Me abotono la camisa y me enjuago el sudor. Una de ellas es alta y seria. Su esbeltez la acentúan unos escandalosos zapatos de plataforma. La otra es delgada, rubia y pálida, viene descalza. Antoine me agarra fuerte del brazo y me empuja contra ellas. Intercambiamos saludos.

Pronto Antoine se ha hecho con el barco, inspecciona los aparejos, comprueba el motor y arranca. Lentamente salimos del puerto, lo perdemos bordeando un cabo. Estamos solos, el mar, el cielo y nosotros.

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