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CÍRCULO LETAL (Cap. 5)

JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado junio 2015 en Negra
Capítulo 5

Horas después recibí una llamada de Sara, la forense. Al parecer había encontrado algo. Juanita y yo fuimos a verla de inmediato.

-¿Qué has encontrado Sara?

Vuestra víctima a sido envenenado. Por Talio.

-¿Talio?

-El Talio tiene muchos usos. Se emplea en componentes electrónicos, lentes ópticas y... raticidas.

-¿Le han dado veneno para ratas?

-Eso parece. Y quien lo ha hecho sabía lo que se hacía. El cuerpo humano absorbe el Talio muy eficientemente, especialmente a través de la piel, los órganos respiratorios y el tracto digestivo.
El envenenamiento por Talio es mayormente causado por una toma accidental de veneno de rata, el cual contiene grandes cantidades de sulfato de Talio. Aparecerán dolores estomacales y el sistema nervioso será dañado. En algunos casos los daños son irreversibles y la muerte sigue pronto.

-¿Como de pronto?

-Depende, en este caso le dieron una dosis letal hace dos días. Cuando le habéis encontrado llevaba muerto solo dos horas.

-El que le dio el veneno quería tiempo para procurarse una coartada para el momento de su muerte.

-Eso debéis decirlo vosotros.

-Gracias Sara. Buen trabajo.


-¿Qué opinas, subinspectora?

-Bueno, se me ocurre una teoría, pero...

-¿Estás pensando lo mismo que yo?

-Es de locos.

-Pero plausible. Tal vez nunca podamos demostrarlo, pero estoy seguro de que fue Blanco quien le administró el veneno a Gris. Piénsalo, Blanco era camello, seguro que solía cortar la droga para aumentar sus ganancias. A veces, los camellos usan raticida para ello. Al ser en pocas cantidades los efectos son mínimos. Blanco debía conocer la substancia lo suficiente para no envenenar a sus clientes.

-Si eso es cierto, todos ellos son a la vez víctimas y asesinos.

-Y han acabado el uno con el otro en un círculo cerrado letal.

-¿Y que hay de los mensajes en clave?

-Creo que eso podemos dejarlo para mañana. ¿Cenamos juntos subinspectora?

-Pero esta vez invito yo y escojo el lugar.

-Acepto.


Juanita escogió para nuestra cena un restaurante iraní. La verdad es que la comida estaba muy buena. Intercambiamos anécdotas de nuestros tiempos de patrulleros y echamos unas risas. Fue entonces, mientras oía la risa de Juanita, una risa fresca y cristalina como campanillas de plata, fue entonces digo, que me di cuenta de que estaba enamorado de mi compañera.
Si, ya se lo que estarán pensando. La conocía hacía apenas tres días. Pero estas cosas pasan, incluso al más bregado.
La acompañé hasta su casa dando un paseo, ambos habíamos bebido demasiado para conducir.

-Ha sido una velada agradable -dijo.

-Y divertida -respondí.

Entonces me miró fijamente con esos ojazos color miel que aún hoy hacen que me derrita.

-¿Quieres subir a tomar la última en mi casa?

-Estaba a punto de proponerlo.
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