¡Bienvenido/a!

Pareces nuevo por aquí. Si quieres participar, ¡pulsa uno de estos botones!

Sobrevivir a la Civilización (por Carlos Serrano)

CarlosSerranoCarlosSerrano Fernando de Rojas s.XV
editado febrero 2015 en Narrativa
SOBREVIVIR A LA CIVILIZACIÓN


"Madrugar mucho para que Dios me ayude o trasnochar mucho para que lo haga el Diablo". Francisco Umbral.

"Espero que algún día alcancemos la civilización." Gore Vidal.

"Son pecados tan dulces que merecen el perdón." Gabinete Caligari.



Mi madre era una mujer piadosa y devota que me inculcó con fervor la fe católica. Mi padre, en cambio, era un militar libertino, republicano y de ideas izquierdistas, que nos abandonó siendo yo muy pequeño para sembrar España de bastardos (como si no hubiea ya bastantes). Fue debido a mi madre que entré en el seminario abandonándolo pocos meses después y decidí hacer carrera militar (como mi padre, el padre de mi padre y mi tatarabuelo). Así en 1912, con apenas 22 años, fui destinado a Melilla como teniente primero en los batallones de Regulares cobrando alrededor de 40 pesetas al mes y combatiendo a los insurgentes del Protectorado español en Marruecos.

Había tenido una medio novia en El Ferrol, mi ciudad natal, y a veces añoraba sus moitos biquiñitos, pues era una chica muy cariñosa. Pero yo me sentía maldito por un incofesable pecado...y lo dejamos sin muchas explicaciones por mi parte. De aquella novia guardaba un valioso regalo: un ejemplar de las Rimas de Juan Ramón Jiménez que estando en Melilla solía leer en mis paseos crespusculares. Mientras mis compañeros de armas preferían frecuentar tabernas, casas de juego y burdeles yo suspiraba con los versos del poeta de Moguer:

"Me embriagan las niñas. Adoro
sus mejillas de nardo y violeta
y en sus bucles de seda y oro
doy mi beso mejor de poeta
."

En algunos combates gané mis medallas al valor, nadie caía en la cuenta de que poco me importaba morir. Los moros decían con desprecio que tenia mucha baraka que para mí era más bien mala fortuna.

En mis horas libres no dejaba de pasear mi libro de Juan Ramón.

En una ocasión unos compañeros murmuraban de las jovencísimas rameras de un poblacho cerca de Melilla y preguntando me llevaron un día ante la polvorienta casa de una gorda sucia y grasienta que por una peseta te dejaba un buen rato a solas con su nieta. La niña rondaba los doce años y no era la puta más joven del barrio. Se desnudó con insultante naturalidad ante mí en aquella mugrienta y triste habitación. Pero hice seña de que se vistiera de nuevo: tenía ya vello y pelusilla en algunas zonas delicadas y unos incipientes pechitos pubescentes cual deformidades repugnantes. No pude recuperar mi dinero pero poco importaba.

Cierta noche, controlando a la guardia del cuartel, tuve un encuentro inesperado: un charco de sangre, un soldado tumbado en el suelo...y aquella criatura aferrada a su cuello. Saqué mi pistola con cautela y la apunté hacia su cabeza. Entonces la criatura se giró hacia mí con la cara y la boca manchadas de sangre y con unos ojos que brillaban como canicas de miel al sol. De no haber tenido el rostro de una niña ya habría caído muerta al suelo, sin embargo, hipnotizado, dejé que se escapara, aunque antes de abandonarme me hablara sin mover los labios, como si se apoderara de mi mente.

Mucho se habló de aquella muerte que se achacó, como siempre, a los insurgentes. Y yo durante sietes noches, apoyado en el alféizar de mi ventana, soñaba con volver a ver a la niña mientras crecía lentamente la luna.

La octava noche, con la luna llena, la niña trepó a mi ventana descalza y sucia, hablándome sin mover los labios, rugiendo de pura hambre. Le ofrecí mi yugular y ella sació su sed.

Débil, mareado, pálido me tumbé en la cama preguntándome por qué la criatura, la niña, me había dejado aún con vida cuando yo se la había entregado. Cada noche me visitaba, cada noche me abandonaba al borde de la muerte y solo pude descansar cuando me ingresaron en el hospital militar aquejado de una grave anemia perniciosa. Recé como hacía años que no había rezado. No ya para morir sino para volver a ver a mi criatura misteriosa.

De vuelta en mi habitación ya la primera noche la niña rapareció, más hambrienta que antes, más salvaje. Y sin embargo esta vez tuve fuerzas para no perder el sentido, para sentir como sus manos y sus pies helados se calentaban con el ardor de mi sangre secuestrada. La criatura perezosa y exhausta quedó ahora en mis brazos. La llevé al cuarto de baño, la lavé quitándole el olor a establo y ante mis fascinados ojos una niña blanca, rubia y esbelta brillaba aún húmeda con los ojos cerrados. Qué belleza más pura, qué flor tan inmaculada. Dios, o el Diablo, me habían enviado a una criatura tan maldita como yo para vivir de una morbosa simbiosis.

La criatura, a partir de entonces, pasaba los calurosos días escondida o dormida en el armario y tras cada crepúsculo se colaba en mi cama a por su ración vital de mi cálida sangre.

Nos hablábamos sin mover los labios. Se saciaba sin matarme y a su vez me saciaba matándome.

La criatura y yo, yo y la criatura, desafiando a Dios y la Muerte pues ambos estábamos condenados y nos hemos encontrado para salvarnos aunque a veces pienso... si solo estábamos alargando nuestra agonía. La agonía de dos seres malditos que por fin habían encontrado la manera de sobrevivir a la civilización...




NOTA DEL AUTOR:


Hace años escribí el extenso relato Ceuta: Sexo y Exilio (del Corazón) que publiqué también en este foro. Ahí me inspiraba en el ambiente sórdido que viví en Ceuta durante mi Servicio Militar. Ahora tocaba escribir un relato ambientado en la sórdida Melilla de principios del siglo XX. Eso sucedía porque he estado leyendo un libro de historia que describía la Melilla (y sus alrededores) de la época (donde los burdeles ofrecían, entre otras cosas, prostitutas de menos de 12 años). Pero la historia no llegó hasta que un día volví a ver la película Déjame Entrar (la versión USA) basada en la fabulosa novela del mismo nombre y que cuenta la historia de un niño de 12 años que maltratado por sus compañeros abusones del colegio conoce a su nueva vecina que es una niña vampiro que le ayudará a defenderse de los abusones y de la que se enamora. Así poco a poco fui acumulando elementos para mi relato (también había releido hacía poco los poemas de Juan Ramón en Rimas) y dándole forma. Me encanta cuando una historia ha salido de una serie de elementos dispersos con una remota conexión. Frente a los relatos que escribo a borbotones y espontáneamente estan los que como este se van creando poco a poco asimilando inspiraciones diversas. Al menos para mí es más divertido así.:D
Accede o Regístrate para comentar.


Para entrar en contacto con nosotros escríbenos a informa (arroba) forodeliteratura.com