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Insitu.

ZoeZoe Pedro Abad s.XII
editado octubre 2014 en Romántica
Había ido a esconderse hacia donde nadie podría encontrarla. Estaba sola, muerta de frío. El atardecer se cernía sobre la tierra aun mojada por la lluvia cuyo olor penetraba fuertemente por los sentidos de la joven.

Llevaba ahí horas, con la mirada suspendida en la nada, dejando que los recuerdos aun frescos rodasen ante ella como en una película. Una y otra vez; pensando, sopesando, meditando retrocediendo, pausando y rebobinando, analizando … ¿Qué era aquello que se le había escapado de las manos? ¿Por qué sentía que ella misma se estaba terminado también con esta historia?

Volvió a retroceder al pasado; ayer, anteayer, el día anterior, ayer por la noche; la llamada, el mensaje, una lagrima resbalando por su mejilla… el mundo desvaneciéndose bajo sus pies y el fin de la existencia en su cabeza.
Ya le dolía la cabeza de tanto pensar, pero no podía evitarlo. Una y otra vez no dejaba de echarse la culpa.

Sentada en un hueco de la pared de piedra, puesta con lo primero, sin mas lagrimas que derramar y un arsenal de preguntas sin respuesta, no podía evitar sentir como a pesar del dolor y de sentirse tan estúpida, realmente si había algo en ella que aun quedaba agonizante, algo que se desesperaba por un soplo de vida, algo que aguardaba la presencia de quien acababa de esfumarse.

Ella quería matar ese algo, aniquilarlo, que se muriera y morir con el, nunca jamás volver a ser la misma. Ansiaba devolver el daño con la indiferencia infinita y con el hielo anestesiando lo mas sentido
de su alma.

Necesitaba volver a encontrarse, pero no a ella… A otra persona diferente, alguien en quien no le quedaba mas remedio que convertirse.
Una y otra vez…

Por primera vez en horas miro mas allá de la piedra que tenía enfrente: Miró al horizonte, el sol rojizo se alzaba sobre la catedral calentándole ligeramente el rostro. Los pájaros volaban bajo, aun quedaban nubes negras en el horizonte y alguna que otra estrella empezaba a asomarse entre ellas.

Se hacía tarde, ella no tenía prisa. Su cuerpo se había clavado a aquel lugar como una roca, como en pausa. Como si al levantarse de ahí significaría su despedida, como si al dar el primer paso ya no volvería atrás, como si cada metro la acercara al olvido y la transformara, como si marcharse significaría no volver a ser la misma.
Por más tiempo que pasara ella quería seguir allí un rato más sumida en su dolor, tragando la derrota y cerca; muy cerca de el, demasiado cerca, tanto que casi podría escucharle, concederse el último capricho y entonces marcharse como un fantasma a media noche.

Tres horas y veinticuatro minutos después un coche zumbaba por las curvas cuesta abajo. Era él, y tan pronto apareció se esfumo entre las calles. Ya era media noche. Tomo su mochila. Ya podía marcharse. De un brinco dio su primer paso, luego empezó a correr. El principio del fin, ya no sería nunca jamás. Tiempo de sobra había tenido para comenzar por anularse.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado octubre 2014
    Otra palabra que no conocía, expresas muy bien lo que sientes:)
  • ZoeZoe Pedro Abad s.XII
    editado octubre 2014
    Gracias Amparo, eres muy amable :)
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