Esa noche fue mágica. La fogata ardía a fuego lento. La piel de los leños de despedazaba tranquila, lenta, girando sobre sí misma como un caracol o como las olas, revelando a cada instante lo que había debajo de la corteza, y el fuego lamiendo golosamente cada pedazo de madera, con chispas saltando por doquier, como también saltaron nuestras preocupaciones al tiempo que otra llama nos consumía y nos unía en ese cielo sin noche, en ese hermoso globo de plata colgado del techo, en esos árboles mudos, en la plenitud de tu boca.
La grama no fue problema. Los saltamontes huyeron del fuego. El lago era como la oscuridad atrayente. Seguramente las algas danzaban allá abajo, armoniosas con nuestro amor, mientras el viento se las arreglaba para arrojarnos hojas secas que sirvieron de tablas de surf a mis dedos que se deslizaban por la playa de tu vientre. Tímida, la luna se escondió de nosotros. Los astros resplandecieron en su fuerza, y la lluvia de estrellas fugaces comenzó a la media noche.
Simplemente nos deshicimos en amores con el tiempo.
Comentarios
Mientras lo leía hasta me pareció escuchar una que otra gaviota.:D
¡Gracias por compartir!
Por cierto, nota para tener en cuenta la próxima vez, es más fácil que se escondan los dos en vez de hacer que medio reino animal tenga que esconderse y la pobrecita luna hay que ser más considerados :P
Un saludo y gracias por esta bella y breve prosa,
Damapa
Por cierto, me agrada mucho saber que se pasearon gaviotas esa noche.
Saludos.
Uff soy entusiasta del embrujo de una fogata... El silencio bajo cero, existe, lo he vivido muchas veces en noches de invierno... los árboles están mudos en consonancia con la noche... todo duerme.
Me ha encantado poder observar la Postal como si estuviera allí.
Gracias Yitzjak.
Sonrisas
Cordial saludo.