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danzando con el viento (Parte 1)

Solrac ZerimarSolrac Zerimar Pedro Abad s.XII
editado noviembre 2013 en Terror
En el instante que el misterioso remolino se alejaba de él y la confusión empezaba a apuñalar su cabeza sin piedad, fue que Juan comenzó a examinar el lugar en el cual había aparecido hace escasos segundos. Notó que se encontraba en una pequeña loma, tras él, una enorme y gris montaña lo custodiaba como un pétreo gigante dormido, que le parecía que en cualquier momento se despertaría para caer sobre él. Unos cientos de metros más abajo nacía una gigantesca y gris planicie que era cortada por una serpenteante y oscura grieta, en donde no se podía distinguir ningún signo de vida, además todo este valle era cercado por una cadena de nubladas e imponentes montañas, muy semejante a la que se encontraba a su espalda; la particular luz que envolvía todo este ambiente era de una singular tonalidad ámbar, dándole a este paraje un tétrico aspecto. Eso sumado al profundo silencio y la quietud del lugar provocaron en Juan una sensación de soledad absoluta, era como estar en un viejo y desolado planeta pensó, mientras miraba hacia aquel enigmático remolino que unos cuantos metros más abajo terminaba con su frenético baile.

Luego de un rato ensimismado y sin dar crédito a la irracional manera que lo llevo a este irreal panorama Juan se decidió a caminar. No tenia claro que dirección tomar, sólo quería escapar de esa amenazante montaña que estaba a su espalda y sin mucha convicción emprendió su marcha, con el terror como fiel acompañante y que lentamente se adueñaba de cada uno de sus pensamientos.
Mientras descendía por la pedregosa ruta aún podía oír las risas de sus amigos dentro de su cabeza, pero seguía sin poder explicarse lo minutos posteriores a esa absurda jugarreta, simplemente creía que todo esto era una demencial pesadilla, de la cual pronto despertaría. Y atrapado en ese anhelo fue que paulatinamente una densa neblina comenzó a elevarse a su alrededor, y como una siniestra criatura lo cubrió por completo, acortando su visión a solo un par de metros. Junto a la bruma un insoportable hedor lleno todo el lugar, ese nauseabundo olor se impregnó en su piel como un invisible parasito, obligando a Juan a llevarse las manos a la cara para reprimir las ganas de vomitar. Miró hacia atrás intentando volver a la loma, pero ya estaba todo bañado por la espesa niebla y caminando a ciegas siguió su camino colina abajo, con el asco pegado a su piel y el pánico rondando en su espíritu.


Desde el preciso momento en que Juan había pisado esa loma ya era observado. Sus pasos eran seguidos con atención por esas malévolas presencias que desde la altura y ocultos entre las grises nubes se divertían con lo que veían. Estos perfectos entes conocían cada pensamiento de él, cada sentimiento de terror era sentido por ellos, nada escapaba de su control y por lo mismo ellos ya sabían que camino seguiría Juan, pues al final de todo sólo existía uno, y poco a poco él se iría trasformando en un peón más en este pedregoso y lúgubre tablero....Y esto recién comenzaba.


Con la densa niebla transformándose en nauseabundas gotas que se adherían a su rostro, Juan continúo con su marcha, se sentía como un condenado a muerte que daba sus últimos pasos hacia el cadalso. De pronto, como una voz de alarma un inesperado escalofrío nació en la boca de su estómago y como un furtivo relámpago se disemino por todo su cuerpo; en el instante que el escalofrío terminaba de recorrer su espalda un grave y ensordecedor sonido lleno el ambiente con el infernal grito de miles de voces, cuando ese intenso sonido se hizo insoportable un gélido viento comenzó a levantarse y a menearlo de lado a lado, finalmente cayó al piso y una vez ahí la ventolera comenzó a arrastrarlo sin piedad.
Con desesperación Juan intento ponerse de pie, pero el fuerte viento se lo impedía, con el sudor helado paseándose por su cuerpo comenzó a buscar algo de donde aferrarse, finalmente su mano izquierda se encontró con una fría y áspera roca y se afirmó de ella, pero al instante sintió un punzante dolor que lo obligó a soltar aquella roca. Mientras su palma izquierda se desbordaba de sangre, el viento se trasformo en un furioso vendaval, que poco a poco lo comenzó a levantar del piso. Y desobedeciendo a su razón y al dolor que sentía en su mano, volvió a tomarse de la misma piedra que hace segundos lo había dañado, el potente viento jugaba con él, haciendo que el dolor de su mano fuera aún más intenso, pero no se soltó. De un momento a otro la calma llegó, el silencio se adueño del espacio, la niebla fue barrida por esa descomunal ventolera, lo único que quedó fue la fetidez en el ambiente y el sonido de su agitada respiración. Juan sin poder entender nada miró su destrozada mano, calló de rodillas y comenzó a vomitar hasta perder el conocimiento.

Luego de un rato volvió en si, con la esperanza que todo lo vivido no fuera más que una espantosa pesadilla, pero al mirar su mano y notar que la sangre seguía ahí como una carmesí y viscosa mancha, su esperanza se derrumbo.
Se levantó del piso con parte de su mano izquierda desgarrada, además algunos dedos habían perdido parte de la piel, como si hubieran sido quemados, no le dio mucha importancia al daño y siguió avanzando, no sabía que pasaba pero ya no tenía ni un tipo de dolor, su mano izquierda estaba completamente dormida.

Desde las alturas y en el preciso momento en que Juan recobraba el conocimiento estaban ellos, observándolo todo, se sentían amos y señores, sabían que este mundo les pertenecía y les pertenecería por siempre. Tenían un deber y una obligación que se arrastraba por milenios, y cuando una inesperada visita llegaba era atendida con placer, y esta vez esa visita era Juan, que muy pronto descubriría que no estaba solo en este lugar, que había muchos más que estaban perdidos y sufriendo como él. Juan seria un testigo privilegiado de todo lo que encerraba este enigmático y demencial territorio.

Sin saber que era observado Juan seguía descendiendo. Su asombro fue enorme al ver que aquella montaña que lo recibió al llegar, estaba varios cientos de metros mas arriba, y con más energía que antes continuo con su frenética marcha, como si una oscura fuerza tirara de él.
Varios metros más abajo vio algo que desde la distancia en que se encontraba no logró identificar de que se trataba, apuro el paso para ir a su encuentro, pues era lo primero con que se encontraba aparte de esas gigantescas montañas que lo rodeaban, y eso lo motivo para bajar corriendo hacia aquella formación de más abajo.
Con la intriga y la curiosidad galopando a su lado fue que finalmente llegó a aquellas estructuras que había divisado desde las alturas. Aunque desde lo alto las había asociado automáticamente a algún tipo de edificación, pero una vez ahí en frente de ellas, se dio cuenta de su prematura y errada asociación.
En ese lugar no existía ningún tipo de construcción, todo lo que ahí había eran varias decenas de gigantescas piedras que estaban diseminadas en la planicie, de las cuales las más pequeña de ellas debían de alcanzar más o menos los dos metros y medio de altura por un metro y medio de ancho, pero la gran mayoría superaba los tres metros, se asemejaban a unas gigantescas y grises lapidas. Todas estas rocas estaban en unos cincuenta metros a la redonda, separadas por unos tres o cuatro pasos, el color de ellas era gris, pero la extraña luminiscencia del lugar le daba a todas un tono amarillento.

Juan no se atrevía a tocarlas, miraba de un lado a otro impresionado por la extraña imagen que tenía ante sus ojos, hasta que su mirada se posó en una roca que se encontraba en el centro de aquella planicie y que sobresalía por sobre las otras, su altura alcanzaba los ocho o diez metros fácilmente, su forma se asemejaba a un rectángulo con una superficie totalmente lisa como si hubiera sido pulida, y era negra como el ébano, parecía una gigantesca puerta.
Dudo unos minutos, pero dejando de lado el temor avanzó por entre las piedras y se acercó a aquella colosal mole, siempre custodiado por las enigmáticas y oscuras rocas que se erguían a su alrededor. Notó que mientras se acercaba al centro de aquella planicie la tierra se iba oscureciendo cada vez más, finalmente, a solo pasos de la gigantesca piedra la tierra a sus pies era completamente negra, como si hubiera sido quemada. Miró hacia atrás y se sintió pequeño en aquel lugar, estaba rodeado de esas frías y silenciosas piedras y en frente de él se encontraba la más gigantescas de todas, desafiante con su altura y su negro color, cuando repentinamente el dolor de su mano, apareció nuevamente, pero ahora con mayor intensidad. La tierra bajo sus pies comenzó a mecerse lentamente y un agudo ruido semejante a un zumbido se hizo presente.

La temperatura de la atmósfera bajo drásticamente, Juan entumecido se sentía cada vez más pequeño al lado de todas esas colosales rocas, intento volver sobre sus pasos pero el movimiento de tierra ya se había trasformado en un terremoto que sacudía violentamente todo. Finalmente presa del miedo y el pánico cayó al piso temiendo que aquella oscura piedra del centro se abalanzara sobre él.
Cuando el zumbido era estridente y enloquecedor, todo esa tonalidad ámbar del ambiente cambio a un color rojizo muy fuerte, dándole a toda la zona un espeluznante tinte. Cerró los ojos tratando de despertar, pero él sabía que todo esto era real, miró su ardiente mano y unas pequeñas gotas carmesíes se deslizaban entre sus dedos para caer en la oscura tierra que lo rodeaba.

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