Mientras corría despavorida por un estrecho camino de filosas piedras sentía como las plantas de mis pies se quejaban de dolor por los innumerables cortes que sufrían cada vez que daba una zancada, sin embargo a penas era consciente de ello pues los músculos de las piernas me quemaban tanto que parecían que estaban ardiendo bajo las llamas de un intenso fuego.
Estaba cansada y mi respiración cada vez era más errática debido al sobreesfuerzo, todo mi cuerpo me pedía a gritos que parara pero no podía, no debía dejar de correr, si lo hacía sabía que Los Sombras me cogerían y no estaba dispuesta a ello.
Aceleré el ritmo mientras buscaba una salida de aquel camino principal, tenía que salir de ahí como fuera y cuanto antes mejor porque el sonido de los cascos de sus monturas estaban cada vez más cerca. El problema era que mirara a donde mirara sólo veía espesura, no había ninguna vereda por donde pudiera escapar y la única senda libre de zarzales era la que estaba dañando mis pies.
Estaba claro, si quería escapar de ellos tendría que internarme en el bosque, era la única salida.
Sin mirar atrás aceleré el ritmo y me interné en la maleza, las finas ramas de los arbustos me arañaron las piernas, los brazos e incluso la cara en el proceso pero me dio igual, no tenía tiempo para lamentarme o sentir dolor.
A penas era consciente de por donde pisaba porque en lo único en lo que podía pensar era en escapar, huir de ellos y evitar que me raptaran.
Nunca sería una esclava.
A medida que me adentraba en aquel frondoso bosque, formado por numerosos árboles
centenarios y arbustos, notaba como el ruido de los cascos desaparecía poco a poco y como los gritos de Los Sombras se volvían ininteligibles para mí. Me estaba alejando.
Un sentimiento de felicidad inundo mi cuerpo al pensar que podía, que en realidad iba a conseguirlo, estaba a punto de lograr lo que ninguno de mi familia había podido.
Ser libre.
Pero pensar en ellos me hizo recordar aquel fatídico día en el que me dejaron sola. Nunca podré olvidar la mañana en la que cinco guardias Sombras aparecieron en nuestra casa, situada en medio de un bosque como en el que me encontraba en ese momento, y entraban en ella derribando la puerta de una sola patada.
Mis padres me habían escondido bajo el suelo falso de nuestro hogar, construido a posta como remedio para esos casos cuando Los Sombras penetraron en casa. Supongo que pensaron que allí abajo no me enteraría de nada y que estaría protegida, pero se equivocaron.
Desde allí pude ver como mis padres eran golpeados una y otra vez mientras escuchaba los gritos de mi madre suplicando porque dejaran de pegar a mi padre o veía como él intentaba interponerse para defenderla y que no sufriera ningún daño. Aquel día logré escapar pero nunca volví a ser la misma.
Doce años después, ahí estaba, corriendo como loca.
Comentarios
Éste es el tercer relato que comienzo a subir, se aceptan comentarios de
cualquier tipo, siempre y cuando sean constructivos.
Un saludo!!!!!:)
Mantiene el interés.
Lo curioso es que si no continuara
pues también estaría muy aceptable.
A la espera.
Saludos
Emilio