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El callejón

JockercytoJockercyto Gonzalo de Berceo s.XIII
editado mayo 2013 en Terror
aquí os dejo uno de mis textos. No sé de que tipo os gustan así he escogido uno al azar. Un saludo.

“Vamos, hazlo.”
El hombre de traje negro, dio un paso adelante y entró en el callejón. No sabía por qué entró, simplemente lo hizo. Estaba oscuro. Caminó muy lentamente, mientras intentaba observar algo en la densa negrura. Al final de todo el pasillo negro, hasta donde alcanzaba su vista, vio un pequeño resplandor producido por una bombilla que colgaba de la pared. Y una puerta.
Todo estaba en completo silencio. De pronto, sin saber por qué, se detuvo. El simple hecho de parar allí en medio, le pareció una mala idea, pues al final de aquel callejón estaba la puerta donde debía de ir. Sólo tendría que dar unos pasos más allá. Sólo eso. Pero no pudo.
“Cobarde.”
Sabía que estaba solo, pero comenzó a sentir una presencia. Al principio, le pareció que era contradictorio, ¿si estaba solo, cómo podía sentir una presencia? No tenía respuesta, pero notó que empezaba a sudar, y que su corazón empezaba a latir más deprisa. No podía oír ningún ruido. Aun así seguía sintiendo que allí, cerca, había alguien.
En su nuca notó un frío sobrecogedor. Entonces lo supo. Una idea, de tal seguridad que hubiera apostado todo lo que tenía en ese momento: alguien estaba detrás de él. Escuchó un leve sonido en la pared. Un ruido afilado y cortante, como si alguien arañara la pared con el filo de un cuchillo.
Entonces fue cuando sintió el miedo. La Persona ignorante tomaría a la ligera tal sentimiento. Muchos hablarían de él como algo a tomarse a la ligera y juzgarían sin haberlo sentido realmente en toda su plenitud. Cómo se apoderaba de uno lentamente, como introduciéndose dentro, y llegaba el momento en que la racionalidad se abandonaba y emergían del inconsciente sentimientos más primitivos, impidiendo actuar con raciocinio. Algo tan sencillo como darse la vuelta para observar si realmente había alguien detrás, se convertía en un acto casi imposible.
“No hay nadie detrás, basta de tonterías.”
Decidió avanzar un poco más, pero sus piernas no respondieron como de costumbre, estaban pesadas. Demasiado pesadas. Parecían pesarle una tonelada, aun así, consiguió dar un paso adelante. Después tomó conciencia de que su corazón se había vuelto loco. Golpeaba dentro de su pecho como un puño golpea una tabla de madera a toda velocidad.
“Serás mejor que te tranquilices.”
Demasiado tarde. No lo consiguió. Cómo tranquilizarse cuando en sus oídos rechinaba aquel sonido metálico, ensordecedor, más cercano. Se arrastraba detrás de él, acercándose sin remedio. Con un esfuerzo demencial intentó dar otro paso más. Cada vez lo escuchaba más cerca de su espalda. Dios todopoderoso, ¿cómo huir si el enemigo que acecha, avanza más rápido que tu?
Dio un paso tras otro mientras miraba fijamente su meta; la puerta de entrada, o quizá de salida. Sólo unos metros lo separaban de ella. Observó con desesperación, cómo una mosca común revoloteaba alrededor de la bombilla, tranquila, inocente, sin percibir su presencia, ni la de su enemigo detrás. La sencillez de la existencia.
¿Cómo era posible? ¿Acaso no sentía su terror?
¿Cómo no percibir, en aquel oscuro callejón, todo el horror que él mismo experimentaba en ese instante?
Alargó su brazo temeroso, temblando en esa terrible oscuridad, sólo alterada por el brillante resplandor, que expulsaba la bombilla. Su única luz, la observó con esperanza mientras posó la mano con firmeza en el pomo oxidado de la puerta.
Sintió algo frío como el hielo posarse sobre su hombro derecho. Su desesperación volvía creciente de nuevo a su mente. Esta vez intentó gritar, pero de su garganta no brotó sonido alguno.
“¡Dios mío! ¿Acaso nadie me escucha?”
Arrodillado justo frente a la puerta, con el brazo sujetando el pomo, giró la cabeza para mirar tras de sí. Abrió los ojos con sorpresa. Nada. Nadie. ¿Cómo podía ser cierto? Era cierto, sólo la oscuridad y la soledad del largo camino recorrido en las tinieblas. El hombre de traje negro avanzó por aquel pasillo en soledad, tal y como había entrado.
Presa aún del pánico no pudo evitar derramar una lágrima que se deslizó por su mejilla. Había vencido su temor a la oscuridad. Cobarde en vida, valeroso en la muerte se alzó con firmeza mirando con tesón; la negrura quedaba atrás.
Entró al callejón con una pesada carga a sus espaldas, el miedo y la duda, las que habían retrasado su camino, ahora eliminadas de sí mismo, se volvió, giró el pomo y abrió la puerta de par en par, emergiendo de su interior una luz cegadora de tal intensidad que anuló la oscuridad del pasillo. Todo era luz. Liviano y sin carga alguna se introdujo en la luz, y se dejó envolver completamente por ella.
Se sintió libre. Había vuelto al hogar.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado mayo 2013
    A veces pasa que se siente un temor si saber por qué, lo supiste transmitir muy bien:eek:
  • JockercytoJockercyto Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado mayo 2013
    me alegro que te gustara. uno hace lo que puede.
    un saludo amiga.
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