Lobos hambrientos
que huyen del sol
se disparan en mi conciencia
creando bestias inmensas.
Huyo desarropada,
mis pies descalzos
se enredan en matorrales
que abren heridas sangrantes.
Y si descanso,
si me detiene el dolor
soy presa fácil.
Cuando las bestias
desatan su furia de sangre,
soy tan pequeña
que ni mi nombre
logra alcanzarme.
Me cubro el rostro
con las manos,
me guardo en un frasquito
con aroma a incienso
esperando que allí
no puedan malograrme.
La mañana me descubre
ciega y encerrada
y no lo deseo pero
es preciso convocar la magia,
si no lo hago
las bestias con hambre
me desangran.
Comentarios
Me ha gustado. Todos lo sentimos alguna vez.
Un saludo.
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