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El Alien Transparente en el Salón del Trono de los Reyes de España.

editado diciembre 2012 en Ciencia Ficción
El Alien Transparente en el Salón del Trono de los Reyes de España. Segunda Ampliación.

Música para una Pentesilea salvaje. Coágulo de gelatina híbrido de sarcoma y lagarto. Clepsidra transparente de aceite de uranio, vaso de metacrilato de cianuro y estricnina. Alcaloides de furia en vidrios de bohemia. Mándibulas de cáncer y poliacrilamida neurotóxica. Relojes de oro deslumbrantes, furiosos brillos dorados y paramecios rococós para arquitectura de cisne aureo. Tapicerias y damasquinados preciosísimos, medidos al milimietro, taracea de ribetes fúlgidos, y holoturias repletas de azufre. Música para una Pentesilea demente. Equinoccios de otoño y primavera, brillantes de naranja y rubí. Volutas y circunvoluciones de plata. Y saurios de doble dentadura.
Aquí pasa una cosa, que no tengo la foto del Palacio Real del Rey y no puedo describir esa maravilla e introducir el Alien transparente en el Salón del Trono donde Juan Carlos conduce la nave a la deriva de España. Sólo tengo la película “Esperame en el Cielo” y se ve el Palacio del Pardo, pero el Palacio del Pardo al lado del Palacio Real, ( todas las comparaciones son odiosas), es una, con perdón, puta mierda, ( Franco siempre fue muy austero y ni la Collares sabía escoger joyas, que escogía perlas y lo que vale son las esmeraldas). Además el esfuerzo que he hecho con mis anteriores Alienes ha sido un esfuerzo de naturaleza indiscriminada y no sé cómo puedo seguir ejecutando la partitura.
Armónica de cristal rabiosa, hidropesía de angulares contornos, curvatura de vidrio y arista, filo de daga mellada, daga doble de transparente rencor, odio ionosférico, condensado en gotas de cicuta dañina, contenedores translucidos de ácido molecular y cnidarios de naturaleza corrupta. Lepra.
Esmeraldas en corimbos, para leones de crisantemo relumbrante, arquitectura de Dioses locos, llevados a un extremo de pasión y ridículo. Gotas de anilina amarilla para bencenos cancerígenos. Paramecios barrocos bajo techos de escayola labrada. Candelería de tumulto. Hiperdulía de Virgenes de Oro. Y salvajes arácnidos de vidrio, llenos de neutrónica muerte.
Es muy dificil seguir, hoy creo que los hados no me son propicios a la idea que he tenido: colocar un Alien transparente en el Salón del Trono del Rey de España.
Recepción a embajadores espectrales, furibundos como cuchillos roncos. Música de Bandoneón triste para una quemadura monstruosa. Anis venenoso, Aguardiente de orujo. Pacharán para arañas.
Celosías de oro, carmines en rosas bellísimas, perfume de sándalo y neroli, y contraluz de Alienes transparentes, horribles bolígrafos de destrucción maniquea, persecutoria mordedura para Macabeos desmembrados, coagulos de gelatina nazi en el cielo.
Venga, vamos a dejarlo así. La Idea es Buena, ahora sólo queda que Ridley Scott o Jean Pierre Jeunet le echen huevos al asunto.
Lirios de cristal cargados de demencia. Turrón de Guirlache.
Acabo de ver unas cuantas fotos del Palacio Real.
Armónica de cristal, miel ácida, pico de pajarillo de cristal rojo para medusas lagartos, feroces como zarzas de hielo. Jarrones de alabastro rosa repletos de nieve picada y corrupción translúcida, bailarina de aristas de vinagre. Sincronía de orquideas salvajes para alambradas de espino diamantinas. Vocación de esperpento de furia, caballo de dos lenguas, bicéfala bisectriz de trapecios, en mariposas de alas de ginebra. Partituras de Stravinski para moribundos mandarines, envenenados con saña.
Los lagartos se mueven por el palacio, muestran la larguitud de las serpientes y la transparencia de un acorde, y el palacio brilla, oriental y lívido, como el manto de la Macarena, y hay en las clepsidras acuosas linfa de corrupción y niquel. La candelería se torna estrellada y en los espejos soberbios, azogues que no se deben de mirar, se reflejan los orcos de vidrio, fugaces y bellos, roncos como zarpas quebradas y ágiles como atletas frenéticos. Deformes dismorfobias o sublimes demonios, veloces, cabrones, en tensión de resorte y chancro, esmerilados de ira, bajo paramecios rojos y amarillos, hermosos tal arabescos de flores.
Alargando el tema mientras suenan los pianos.
Monstruos de agua venenosa, pasillos de rosas incandescentes, flores de ginebra maligna para yeserías voluptuosas. Circunvoluciones de caramelo, volutas de niquel, erizadas perlas de cobalto, y cnidarios de extrema morbilidad. Los hibridos de puma y arista se movían rápidos y eléctricos, puro producto del odio cerebral de un demente, y llegaron al salón del trono, cardeno, bermellón y espejeante, y sus transparencias culebreaban seguirillas de crimen. Orquideas de ganchos, translúcidas y esmeriladas, depositos de sulfúrico y nítrico, bajo amarillos arabescos de oro, lirios hidropésicos para un conjunto de irisaciones de rubí. Organdí de cristal asesino para un bordado de gladiolos naranjas. Canarios parasienses con ortomixovirus, cetrerías de uña rota.
Los lagartos, transparentísimos como el hielo, brillaban sus bocas apoteósicos cuchillos, se movían por el salón. La partitura del loco adquiría proporciones de cimitarra y sierra, y la luna era devorada por la mandíbula. Espejismos y transparencias llenas de sangre de amanita sobre cristalescencias dulces de pitiminí y puño.
Como dijo Machado, garras de acero en manos suaves.
Rabiosas profanaciones de vidrio y florituras sobre tapices.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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