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Tiempo de reflexiòn...

serranaserrana Juan Boscán s.XVI
editado julio 2012 en Narrativa
Mientras agregaba orégano a la salsa de tomates para la pizza y sentía el perfume a comida casera le invadió una vez más la rabia. Era un hecho, Pedro la había traicionado. Había tenido una aventura con otra mujer.
Se había propuesto no pensar en el asunto. En tanto él no volviera de su viaje a Porto Alegre no tenía necesidad de tomar decisión alguna y aún faltaban dos semanas antes de su regreso.
Cuando él la llamaba inventaba alguna excusa, decía justo en este momento no puedo hablar por esto o por aquello. Hasta ahora él no sospechaba que en ella pesaban el dolor y la traición.
Deseaba que su cabeza se enfriara antes de que el tema se planteara. En este momento se sentía inclinada a reclamarle, a echarle en cara el engaño, a gritarle su decepción. Pero esa era una conducta que siempre había reprobado. Sabia muy bien desde siempre que una conducta de ese tipo no buscaba hacerle algún daño a ella, que no era personal. Ella entendía muy bien que la conducta de los otros era parte del sueño de los otros, de sus anhelos, de sus dificultades, de sus búsquedas. En modo alguno tenía que ver con ella en realidad, sino con la personal forma de entender la vida de él.
Pero ese razonamiento ahora no calmaba su dolor. Claro, se dijo, en ello pesaban todos los condicionamientos sociales que inclinan a uno a creer que una infidelidad es un acto de traición, un acto de falta de consideración con el proyecto de vida en común. Pero ella tenía bien claro que se trataba de una debilidad, de una carencia de él más que de un intento de herirla.
Era muy difícil tomar una decisión sin embargo con tantos sentimientos encontrados, por más que sus razonamientos fueran claros y estuviera convencida de ellos, no podía dejar de sentir todo ese dolor, toda esa rabia, todas esas ganas de darle una bofetada y gritarle en plena calle que era un canalla, que ya no podría confiar en él.
Volvió a probar la salsa. Le había quedado exquisita. Era buena en la cocina y disfrutaba tanto preparando los platillos que luego todos alababan. Hoy Pedro no gustaría aquella salsa y tal vez ya no volviera a cocinar nunca para él.
Salió a la terraza y trató de considerar fríamente las diversas opciones que tenía antes sí. Si lo perdonaba, si hacía la vista gorda y decidía darle otra oportunidad nada cambiaría, ambos seguirían haciéndose cargo juntos de los hijos. Si algo debía decir a favor de Pedro es que era un excelente padre.
En cambio si le pedía que abandonara la casa y se alejara de ella el mundo sería muy diferente para ella y sus hijos, para todos. Se sentía capaz de afrontar eso y más pero ¿y sus hijos? ¿10mo reaccionarían? ¿podrían asimilarlo? Justine tenia sólo cuatro años y su padre era su adoración, su ídolo, su pequeño mundo se tambalearía. Pablito era un poco más grande pero aún muy pequeño para comprender las veleidades de los adultos.
No, no podía precipitarse. No podía tomar una decisión así hasta que se sintiera mas serena, hasta que fuera capaz de considerar todos los elementos en la situación.
Si estuviera sola podría darse ese lujo, pero no era solo su vida la que se vería afectada.
Los niños volverían del colegio en media hora. El almuerzo estaba listo. La casa lucía sensacional pese a la debacle interior en que se encontraba.
Mientras buscaba el azúcar para preparar el caramelo que vertería sobre el flan como les gustaba a sus pequeños se decidió a llevarlos de paseo esta tarde al parque. Era un bonito día invernal y necesitaba mantenerse ocupada.
Algunas veces el tiempo es el mejor aliado pensó. Esta era una de esas ocasiones.

Comentarios

  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado julio 2012
    Pues muy templada me parece para esperar a que regrese, con la rabia que da, hasta la salsa me hubiera quedado hecha chicuca:rolleyes:
    Claro que los hijos son una barrera muy importante a la hora de tomar determinadas decisiones, no es lo mismo sin hijos, que con ellos.
    Podremos esperar que nos sigas contando:confused:
  • WoodedWooded Garcilaso de la Vega XVI
    editado julio 2012
    .

    Que bueno volver a leer.te.
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