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La vampiresa Ruth (Memorias de un vampiro VIII/spin-off)

JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
editado junio 2012 en Terror
[FONT=Arial, sans-serif]I[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Vine al mundo en el año 1463 en la ciudad de Toledo, que por aquel entonces era la sede de la corte real y ,por tanto, capital del reino. Fui bautizada con el nombre de Sancha.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Hija de un zapatero, crecí en un ambiente humilde pero feliz, dos años después nació mi hermana, Filomena. Nuestra madre murió en el parto y, aunque mi padre la lloró el resto de su vida, se sobrepuso a su desgracia y consiguió sacarnos adelante él solo, ya que no teníamos más parientes.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Vivimos así, como una familia feliz y unida hasta que el año 1480, tras una larga enfermedad, mi padre murió dejándonos solas a mi hermana y a mi, yo tenía 17 años, mi hermana 15. Aunque en aquella época era normal que una mujer de 17 años ya estuviera casada, yo permanecí soltera para poder cuidar de los míos. De muy jovencita tuve que ocupar el lugar de mi madre en el cuidado de la casa y de mi hermana menor y eso me dejaba poco tiempo para “amoríos”.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]La situación en la que nos dejó la muerte de mi padre era mucho más precaria de lo que podéis imaginar la gente de esta época. Todos los oficios eran controlados entonces por los gremios y era inimaginable que una mujer se pusiera al frente de un taller de zapatero, ni al frente de ningún otro negocio, a excepción de un burdel. El gremio confiscó el taller de mi padre con todo lo que contenía y nos comunicó a Filomena y a mi que seríamos enviadas a un convento, donde cuidarían de nosotras, en cuestión de unos días.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Antes de que eso ocurriera, cogí los escasos ahorros que mi padre tenía escondidos y mi hermana y yo abandonamos la casa que nos había visto crecer.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Saqué pasajes para la primera diligencia que abandonaba la ciudad y así dejamos atrás, por primera vez en nuestras vidas, nuestra ciudad natal. Nuestro destino: Madrid.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Cuando llegamos al fin de nuestro viaje, tras pedir información al cochero, este nos aconsejó una pensión que estaba regentada por una hermana suya. Nos aseguró que era limpia y barata y que si le decíamos a su hermana que íbamos de su parte, esta nos trataría bien.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]La pensión era efectivamente un lugar limpio y aseado y la habitación, aunque pequeña, suficiente para albergarnos a nosotras y las pocas pertenencias que pudimos sustraer a la rapiña del gremio.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]El dinero que traíamos era mas bien escaso y no podríamos pagar mucho tiempo de alquiler, así que nada mas tomar posesión de nuestra habitación, dejé a mi hermana para que acomodase nuestro modesto equipaje y salí a la calle en busca de trabajo.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Al principio pensé en emplearme en un taller de zapatero, ya que tenía experiencia por haber ayudado en numerosas ocasiones a mi padre. Tuve que desistir de esa idea, en aquella época ningún artesano habría tomado como aprendiz a una mujer. Tampoco dieron resultado, en días posteriores, mis intentos de emplearme en algún puesto del mercado o como sirvienta en una casa rica.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Cuando nuestra última moneda desapareció en las manos de nuestra casera, tomé una dura decisión. Solo había una forma de ganar dinero, saldría a la calle esa misma noche y vendería mi cuerpo a cualquier hombre que estuviera dispuesto a pagar por el.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Me puse mi mejor vestido y salí a las oscuras calles de Madrid. Yo bien poco sabía del oficio más viejo del mundo. No sabía como debía actuar. ¿Debía de ofrecerme a los hombres o, por el contrario, esperar a que me hicieran alguna oferta? Finalmente, mis pasos me llevaron hasta una calle donde se apreciaba más movimiento de gente. Fue en esa calle donde encontré la forma de resolver nuestros problemas financieros, y sin necesidad de prostituirme.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Al pasar frente a una taberna escuché música de guitarras y esa música me recordó una taberna similar en Toledo. También me recordó a Herminia.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]De niña había entrado en aquella taberna para recoger a mi padre en las excepcionales ocasiones en que este se emborrachaba. Cuando eso sucedía, se quedaba dormido sobre la mesa hasta que aparecía yo para despertarlo. En alguna de esas ocasiones, había podido ver a Herminia desplegando su arte. Ella se ganaba la vida bailando al son de los músicos sobre una pequeña tarima y recogiendo las monedas que los hombres le lanzaban. Recuerdo que me fascinaban los movimientos de aquella mujer y que más tarde, en la habitación que compartía con Filomena los imitaba y me imaginaba una lluvia de monedas a mi alrededor que en mi infantil inocencia, veía solo como un reconocimiento a mi arte.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Animada por esa nueva posibilidad de ganar dinero de una forma mas o menos honrada, me armé de valor y entré en el local con paso decidido. Todas las miradas se dirigieron a mi, ya que a excepción de un par de prostitutas, todos los parroquianos eran hombres. Ignoré esas miradas y me dirigí al dueño y le pedí para hablar con el en privado. Entramos en un pequeño habitáculo que había tras la barra y allí le hice mi propuesta de bailar para sus clientes a cambio de las monedas que estos me lanzaran.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Le pareció bien, ya que me vio joven y bonita. Me preguntó cuando quería empezar y le respondí que esa misma noche. Hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y salimos de nuevo al local. Subió a la tarima de los músicos y me anunció como “la bellísima Sancha” que les fascinaría con sus danzas.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Subí a la tarima entre aplausos, silbidos, hurras y piropos de mal gusto. Cuando empezó a sonar la música, me moví imitando los movimientos de Herminia, que tantas veces había ensayado ante mi hermana en nuestra habitación. Cuando acabó la pieza me quedé estática, esperando la respuesta del publico, entonces, los silbidos y los hurras subieron de volumen mientras una lluvia de monedas caía a mi alrededor. Después de esa primera pieza, bailé otras tres tras las cuales me marché con mis ganancias no sin antes prometer a mi público que volvería.[/FONT]


[FONT=Arial, sans-serif]Así, con el primer dinero que ganaba por mi cuenta, regresé a nuestra habitación para decirle a mi hermana que ya no volvería a faltarnos el dinero. [/FONT]

Comentarios

  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2011
    [FONT=Arial, sans-serif]II[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Con el tiempo fui comprendiendo lo que les gustaba a aquellos hombres y mis movimientos se volvieron cada vez más obscenos y con ello aumentaba el número de monedas. Por lo visto, debía de gustarles mi forma de bailar pues corrieron las voces y la clientela fue aumentando día tras día hasta llegar al punto que el tabernero no daba abasto. Fue entonces cuando me propuso que cuando acabase de bailar, le ayudase a servir las mesas a cambio de un modesto sueldo. Como el dinero no nos sobraba, acepté el empleo y así, con este suplemento monetario, nuestra vida se volvió un poco más cómoda.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Yo salía cada noche a trabajar y Filomena se cuidaba de la limpieza de nuestro hogar, salía de compras y cocinaba para las dos. No podíamos tener lujos pero nunca pasamos hambre y eramos felices.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Hasta que llego un día en que nuestro estilo de vida dio un gran cambio. Llevábamos apenas un año en Madrid cuando una madrugada, al volver de la taberna, Filomena me sorprendió con la noticia de que ella también había encontrado trabajo. Me contó que la dueña de la pensión conocía a una familia adinerada que necesitaba una sirvienta y les habló de mi hermana. Se interesaron por ella y concertaron una entrevista, les pareció una buena chica y le ofrecieron el empleo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Yo puse mis objeciones, ya que ella tendría que irse a vivir con ellos y apenas podríamos vernos. Filomena me contestó que no podía pasarse toda la vida viviendo a mis expensas y que era la mejor solución. No tuve mas remedio que aceptar su decisión, pero le hice prometer que si intentaban maltratarla volvería conmigo. Al día siguiente nos despedimos entre lágrimas. No podía saber que solo la volvería a ver una vez más.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Yo seguí trabajando como bailarina y camarera ya que mi fama se había extendido y no podía ni soñar con encontrar un empleo como el de Filomena. Tenía, sin embargo, la ventaja que a partir de entonces todo el dinero que ganaba era solo para mi, lo que me permitió a la larga comprar algún mueble y renovar mi vestuario. Fue entonces cuando conocí a Angelo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Aún no me había acostumbrado a mi vida en solitario cuando una madrugada, después de mi trabajo en la taberna, al llegar a mi habitación vacié la bolsa de las monedas que me arrojaron a la tarima para contarlas. No podéis imaginar lo que me impresionó encontrar entre toda aquella morralla una moneda de oro. Me imaginé que alguno de mis admiradores, estaba demasiado borracho para darse cuenta de lo que me arrojaba. ¡Que equivocada estaba![/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]La siguiente noche presté más atención mientras recogía las monedas de la tarima y pude ver otra moneda de oro como la anterior. Busqué entre el público y pude ver a un hombre vestido con ropas muy elegantes y visiblemente caras. Era joven y apuesto, de cabello negro y ojos oscuros y una sonrisa encantadora. Bajé de mi tarima y fui a su encuentro.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Sois vos quien me ha arrojado esta moneda?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eres muy perspicaz.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No puedo aceptarla.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Porqué no?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Parecía francamente sorprendido, como si fuera incapaz de comprender que no quisiera su dinero.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Nadie paga tanto por unos simples bailes. Si me dais una moneda como esta, dos de hecho, porque imagino que la de ayer también era vuestra, es porque esperáis algo más de mi. Y no estoy dispuesta a dar ese “algo”, no a cambio de dinero.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Muy perspicaz, en efecto-respondió sin perder esa sonrisa.- En primer lugar, bella Sancha, esa moneda no tiene el mismo valor para mi que para ti. Soy asquerosamente rico. Y en segundo lugar, has acertado al pensar que quiero algo más de ti, pero no lo que tú piensas.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Y que queréis de mi, si puede saberse?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No, aún es pronto, pero lo sabrás. Y cuando lo sepas tendrás la opción de negarte a ello.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Prefiero no saber nada de vos. Guardaros vuestra moneda.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No, ahora es tuya.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Guardárosla o empezare a gritar que queréis violarme.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Como quieras.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Cogió la moneda y la guardó en su bolsa, pero cuando a la madrugada vacié mi bolsa sobre la mesa, la moneda estaba allí. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Al día siguiente, al ocaso, me dirigí a la taberna tomando el camino habitual, sin embargo, no llegué a mi destino. Pasaba en mi camino por algunas calles mal iluminadas y en una de ellas me salió al paso una oscura figura que salía de un callejón. Se situó debajo de una de las escasas farolas para que pudiera verle y reconocí al elegante caballero que me obsequió con las monedas de oro. Me planté delante suyo y sacando las monedas de mi bolsa se las tendí.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Ya os dije que no quería vuestro oro, señor. Por favor guardároslas.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¡Al diablo con las malditas monedas!- respondió dando un manotazo que las envió por los aires.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Antes de que pudiera oír el tintineo de las monedas al caer, él ya se había lanzado sobre mi y mordía mi cuello con ferocidad animal. Pude sentir como succionaba mi sangre y recordé con terror las leyendas que había oído contar a los viejos en mi ciudad natal. Un vampiro, un demonio chupador de sangre estaba acabando con mi vida.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]O al menos eso es lo que pensé en esos momentos, pero antes de que perdiera todas mis fuerzas me soltó y caí al suelo de rodillas.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Recuerdas, querida Sancha, que te dije que podrías elegir?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]No respondí, no tenía fuerzas ni para hablar, apenas si podía mantenerme consciente. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Puedes morir aquí en esta calle oscura, nadie echará en falta a una bailarina de taberna...[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Seguí en silencio, no comprendía a donde quería llegar.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-...O puedes vivir para siempre, tú eliges.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Mordió su antebrazo y pude oír el sonido de su carne desgarrándose. Tendió su brazo ante mi rostro y pude ver la sangre resbalar por su pálida piel. Su sangre despedía un olor dulce que me recordó las rebanadas de pan untadas en miel que me daba mi padre de chiquilla. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Una parte de mi mente me gritaba que no lo hiciera, que me convertiría en un monstruo como él; la otra parte decía que bebiera, que no quería morir. Antes de que pudiera darme cuenta de lo que hacía ya estaba sorbiendo la sangre de esa bestia y me supo tan dulce como su olor. Bebí hasta quedar sin fuerzas y me desmayé.[/FONT]
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2011
    [FONT=Arial, sans-serif]III[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Me desperté a la noche siguiente en una gran cama con dosel, miré a mi alrededor y pude contemplar una habitación que era más grande de lo que había sido toda nuestra casa allá en Toledo. Todo el mobiliario era lujoso y las paredes estaban decoradas con grandes tapices.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Comprobé que estaba completamente desnuda, pero estaba segura de que ese ser no me había tocado. Busqué mis ropas sin encontrarlas, pero a mi lado sobre una silla había un precioso vestido blanco ornado con pedrería, era digno de una dama de la corte. Me puse el vestido y pude comprobar ante un espejo que me quedaba como un guante, justo en ese momento entró mi creador.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Podrías pasar por una dama. Sabía que te quedaría perfecto.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Es precioso, jamás pensé que podría ponerme algo así.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Ven conmigo es hora de empezar tu instrucción.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Entonces es cierto, ahora soy como tú.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Si.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Y en que consiste esa instrucción? ¿Vas a enseñarme como hay que adorar al diablo?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Ja ja ja ja...¿Crees que te has convertido en un ser diabólico? Eso son cuentos de vieja.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eso es lo que tu dices.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Piensa un poco, Sancha. ¿Acaso tienes ganas de adorar al diablo?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Ni Dios ni el diablo tienen nada que ver con esto. No eres una criatura infernal. Prueba a recitar el Padrenuestro.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Lo hice, y nada sucedió. Ni mi lengua ardió al pronunciar esas palabras ni mi compañero se retorció asustado como yo creía que haría.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Lo ves? Tu instrucción consiste en aprender a sobrevivir como vampiresa, nada más.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Salimos a la calle y me sentí conmocionada al descubrir mi visión vampírica. Veía mejor de noche en ese oscuro callejón que lo que hasta ahora había visto de día en una avenida. Todos los seres vivos brillaban con luz propia. La gente, los animales y las plantas eran más hermosos de lo que mi mente hubiera podido concebir. Los colores eran más vivos y descubría nuevos matices insospechados en cada uno de ellos.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Mientras paseábamos me dijo su nombre, Angelo. Me contó que casi cien años atrás el había sido un conde italiano. Cuando fue transformado en vampiro tuvo que abandonar su estilo de vida y desaparecer. Desde entonces había errado por toda Europa.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Que fue de tu creador?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Le abandoné. No he vuelto a saber más de el. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Para disipar completamente mis dudas, lo primero que hizo mi creador fue llevarme a una iglesia. Cuando llegamos al portal dudé, pero cuando le vi cruzar la entrada y que nada le sucedía entré detrás de el. Paseamos entre los bancos, besamos cruces, acariciamos las imágenes y nada nos sucedió. Ningún fuego divino cayó del cielo para abrasarnos, ningún ángel vengador apareció para ensartarnos en su espada flamígera.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Estás convencida ahora?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Si, tenías razón,- contesté-ni Dios ni el diablo tienen nada que ver con nosotros.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Bien, es hora de tu primera cacería.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Salimos de la iglesia y nos internamos por las calles de aquel Madrid del siglo XV, vimos a un borracho salir de una taberna y le seguimos hasta llegar a una calle solitaria. Angelo se lanzó sobre el y lo empujó contra una pared.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Mira, así es como debes sujetarlos para que no griten ni puedan escaparse.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Observé como sujetaba a aquel hombre contra la pared con el peso de su cuerpo y como con la mano izquierda oprimía su traquea para impedirle gritar.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Mira su cuello. ¿Lo ves?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Si.-conteste.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Las venas resaltaban como cuerdas gracias a mi nueva visión vampírica. Angelo mordió su cuello y bebió pero antes de acabarlo se apartó y me dijo:[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Termínalo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Sujeté al hombre imitando la técnica de mi creador.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eso es, no temas no escapará, ahora tú eres mucho más fuerte que él.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Acerqué mis labios al sangrante cuello y bebí. Algo cambió en mi mente en ese momento. Me sentí poderosa. Toda mi vida había sido una víctima, crecí sin madre y tuve que abandonar mi niñez casi antes de que empezara para asumir su puesto, fui despojada de mi hogar y obligada a alejarme de la ciudad donde me crié, tenía que exhibirme ante un atajo de borrachos para ganar unas monedas...Pero todo eso había cambiado, ahora era yo la figura dominante, tenía poder de vida o muerte.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Y me gustó.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Yo fui la primera en atacar a nuestra siguiente presa y dejé que Angelo la acabara. Él se mostró complacido y dijo que era una alumna verdaderamente aventajada.[/FONT]
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2011
    [FONT=Arial, sans-serif]IV[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Sin embargo, poco más aprendí de mi creador, aunque yo intuía que había muchas más cosas que podía enseñarme. Eso despertó un cierto rencor en mi que fue creciendo con el paso del tiempo. Mi relación con él era difícil para mi. Aunque durante el tiempo que estuvimos juntos jamás intentó dañarme de ningún modo, su trato hacia mi era de soberbia, me trataba como a un inferior, como trataría a una criada. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Aún así, en mi ignorancia, sentía que le debía fidelidad. Después de todo, él me había hecho poderosa. Y ya no tenía que trabajar puesto que vivía en su casa y el me compraba todo lo que le pedía.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Fue durante el segundo año de nuestra relación que tuvimos una conversación que trocó mi rencor en auténtico odio. Cierta noche le pregunté porqué había abandonado a su creador.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eso es algo que todos hacemos más pronto o más tarde. Está en nuestra naturaleza-dijo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Entonces, si algún día yo te abandonara...[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Jamás permitiré que eso pase, pretendo retenerte a mi lado eternamente.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Y como pretendes lograrlo?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Mediante amenazas si es preciso.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Y con qué puedes amenazarme? ¿Qué daño mayor que el que me has echo puede retenerme a tu lado?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Si me abandonas, iré a por tu hermana, haré de ella mi nueva compañera.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¡Maldito! No serás capaz.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Lo soy, te lo aseguro.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Sabes que no puedes retenerme siempre con esa amenaza. Mi hermana es mortal.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Pero es muy bella. Seguramente acabará casándose y teniendo hijos. Haré extensiva mi amenaza a ellos y también a sus nietos.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eres un malnacido.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No te dejaré escapar. Eres la mejor compañera que he tenido.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Así fue como comprendí que el rencor que sentía no era más que el deseo natural de abandonar a Angelo. Lamentablemente me tenía bien agarrada, por lo que tuve que permanecer a su lado. Hasta que, de forma inesperada, llegó el día de mi liberación.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]De vez en cuando, hacíamos alguna escapada a las afueras de la ciudad y atacábamos alguna granja solitaria. Angelo decía que la gente del campo tenía un sabor diferente y que le gustaba variar de menú.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]En una de esas ocasiones, encontramos en el interior de una granja a un matrimonio joven. Devoramos a la pareja en su lecho. Al salir, Angelo se detuvo ante una puerta y aspiró fuerte.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-He aquí el postre perfecto para tan deliciosa cena- dijo con una sonrisa.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Abrió la puerta y en su interior pude ver a una niña que no debía tener ni diez años, durmiendo plácidamente en su jergón.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¡No, no puedes hacer eso![/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Porqué no? Seguro que está deliciosa.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Solo es una niña.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eres demasiado sentimental. No son más que ganado, así deberías verlos.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No pienso hacerlo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Entonces será solo mía. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Entró en la habitación y ante mi aterrada mirada empezó a desangrar a la pequeña.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Volví la vista a un lado para no ver esa terrible escena y mis ojos se posaron en una horca de madera de tres puntas que estaba apoyada en un muro. Cogí el instrumento y empuñándola con toda mi rabia y toda mi fuerza la clavé en la espalda de mi creador.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Las tres puntas salieron por su pecho, una de ellas le había atravesado el corazón. No tubo tiempo de pronunciar ni una palabra, murió en el acto, al mismo tiempo que su última presa. Así aprendí que también nosotros somos mortales.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Era el año 1492. El mismo año en que los reyes católicos reconquistaron Granada y Cristóbal Colón descubría América, yo me libré para siempre de mi creador.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Al volver a la ciudad, pasé por la casa donde trabajaba mi hermana. Llamé y pidiendo mil disculpas por presentarme a horas tan intempestivas le supliqué que me dejaran ver a Filomena. Argüí que había encontrado un trabajo y que abandonaba la ciudad en pocas horas y que era mi última oportunidad de volver a ver a mi hermana. La criada que me abrió la puerta se compadeció de mi y me permitió pasar, nos dejaron solas en la cocina donde con los ojos inundados de lágrimas nos despedimos. Nunca más volví a verla.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Cuando llegó el alba fui a la casa de Angelo, donde dormí durante todo el día. Al llegar la noche, recogí algunas pertenencias y el dinero que había en la casa y montando en uno de los caballos que había en la cuadra, abandoné Madrid para no volver jamás.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Desde ese día nunca eché raíces en ningún lado, viajé durante años por toda la península, trabajando siempre en tabernas, ya fuera sirviendo mesas o bailando, ya que si bien no necesitaba el dinero para comer, si lo necesitaba para pagar un alojamiento o para renovar mi vestuario. Cuando encontraba trabajo, me establecía en el lugar durante unos años, pero nunca más de una década, así nadie podía darse cuenta de que no envejecía.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Durante ese tiempo me encontré ocasionalmente con otros de mi especie, todos ellos varones, pero solo establecí con ellos relaciones temporales, de no más de unos meses. Fue de ellos que aprendí todo lo que Angelo se negó a enseñarme. Todos fueron amables y agradables, pero yo me sentía mejor sola. Mi nefasta experiencia con Angelo me hacía rehuir instintivamente cualquier relación duradera. Hasta que llegó 1629 y conocí a María.[/FONT]
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2011
    [FONT=Arial, sans-serif]V[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]A mediados de ese año me establecí en Valencia, alquilé una habitación e inmediatamente me puse a buscar trabajo por las tabernas del lugar. Ese tipo de trabajo me daba la excusa perfecta para mi vida nocturna, podía dormir durante el día y permanecer despierta por la noche sin levantar sospechas sobre quien era en realidad.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Encontré trabajo en una taberna muy concurrida sirviendo mesas, ya que el dueño del local me dijo que ya tenía una bailarina y que su clientela estaba muy satisfecha con el arte de la chica. Empecé mi trabajo esa misma noche. Era casi medianoche cuando el tabernero subió a la tarima de los músicos y anunció a la bellísima y sensual María.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]El local se llenó de aplausos y silbidos. Yo ya estaba acostumbrada a esas manifestaciones ya que me los habían dedicado a mi en numerosas ocasiones.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Entonces hizo su aparición la criatura más fascinante que había visto en mi larga vida. Era alta y esbelta, con las curvas precisas en los lugares precisos. Una larguísima melena negra enmarcaba un rostro ovalado de piel olivácea y grandes ojos verdes. Pero lo que más me atrajo de ella, fue su inconfundible aura vampírica.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Empezó a moverse al son de la música y el silencio se apoderó del local. Los tenía a todos embobados con sus ondulantes y sensuales movimientos. Yo me creía buena haciendo eso, dada mi larga experiencia, pero a su lado no era mas que una aprendiza.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Finalmente ella se fijó en mi y pude ver en sus ojos que me reconoció como una de los suyos. Me dirigió una enigmática sonrisa y continuó con su baile. Bailó seis piezas en total y tras eso, recogió sus ganancias y abandonó el local ignorando las múltiples proposiciones que le dirigían los parroquianos.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Cuando acabó mi turno dejé la taberna sin poder sacarme a María de la cabeza. No me sorprendió demasiado comprobar que me esperaba a la salida.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Esa noche cazamos juntas y empezamos a conocernos. Pronto congeniamos y dejé mi habitación para irme a vivir con ella en una casita que poseía cerca del centro, estableciéndonos como pareja.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Cuando le conté que yo también había bailado en muchas ocasiones como ella, quiso verme en acción.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Me da vergüenza, no soy tan buena como tú.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-No digas eso, no lo harás tan mal si te pagaban por ello.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]María cogió una guitarra y comenzó a pulsarla con maestría. Empecé unos tímidos pasos pero al final me dejé llevar por el ritmo de las notas que las hábiles manos de María arrancaban al instrumento.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Como puedes decir que no eres buena?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Crees que lo soy?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Eres magnífica. Y se me acaba de ocurrir una cosa.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Que has pensado?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Podríamos ensayar un número donde bailásemos juntas. Podríamos comernos el mundo si somos lo suficientemente descaradas.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Puedo ser tan descarada como tú.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Éso lo veremos. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Ensayamos durante semanas y cuando tuvimos a punto nuestra coreografía, María le propuso nuestra idea al tabernero.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]El me miró con desconfianza.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Estas segura de que es lo bastante buena? No la he visto bailar nunca.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Te voy a hacer una proposición. Si nuestro número no gusta, continuaré yo sola y tú te quedaras con mis ganancias de hoy.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-De acuerdo, es tu dinero, puedes arriesgarlo si quieres.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]El tabernero anunció que esa noche verían algo especial, María bailaría a dúo con una de las camareras, la bellísima Sancha.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]El público aulló ante la perspectiva y María y yo subimos al escenario. Empezamos a movernos al son de la música con movimientos insinuantes, la una frente a la otra. Cada movimiento que hacía una se complementaba perfectamente con el de la otra. Nuestros cuerpos se rozaban continuamente sin llegar a entrar en contacto. Pronto nos olvidamos de nuestro público para concentrarnos la una en la otra hasta llegar el momento que en lugar de bailar parecía que hacíamos el amor. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Cuando acabamos el número el público permaneció en silencio durante varios segundos, Estaban todos anonadados, nunca habían visto algo parecido. Cuando por fin reaccionaron el local se hundió con sus gritos y fue tal la cantidad de monedas que cayeron sobre el escenario que tuvimos que abandonarlo para evitar llevarnos algún chichón.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]La fama de nuestro número creció y creció, la taberna se llenaba a rebosar cada noche, María y yo actuábamos primero en solitario y después en pareja. El público quería más y tuvimos que crear nuevas coreografías. Nos hicimos tan famosas que llegó el día en que un representante de un teatro de variedades nos propuso un contrato.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Eso nos puso en alerta, empezábamos a ser demasiado conocidas y nuestro secreto estaba en peligro. Vistas las circunstancias, decidimos desaparecer. María vendió su casita y con ese dinero mas lo que habíamos podido ahorrar, salimos a escondidas de Valencia para no volver en mucho tiempo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Decidimos entonces adoptar la vida errante que yo había llevado antes de conocer a María, vagamos de ciudad en ciudad sin quedarnos en un mismo lugar mas de dos años. Nunca volvimos a actuar en pareja, cada una buscaba trabajo por su cuenta ya fuera bailando o sirviendo mesas, pero al finalizar nuestras jornadas íbamos de caza juntas y durante el día dormíamos en la misma cama.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Eramos felices con esa vida y nos llevábamos de maravilla, aunque sabíamos que nuestra relación terminaría algún día, que por bien que nos lleváramos, llegaría el momento en que una de las dos querría probar algo nuevo. Como dijo uno de nosotros: “Para siempre es mucho tiempo, incluso para los vampiros”.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Ese momento llegó en la primavera de 1821.[/FONT]
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2011
    [FONT=Arial, sans-serif]VI[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Fue a finales de ese año cuando conocí a Héctor. En esa época ya había desaparecido la costumbre de bailar en las tabernas pero, a cambio, había aparecido un nuevo tipo de local donde podíamos desarrollar nuestro arte: los cabarets.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]En realidad, era más de lo mismo, no eran más que locales donde los hombres iban a ver mujeres ligeras de ropa bailando sobre un escenario o sirviendo las mesas.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Hacía poco más de un año que nos habíamos instalado en Barcelona. Yo formaba parte del grupo de chicas que actuaban como acompañamiento de las estrellas del local, lo que llamaban “las chicas del coro”.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Fue durante una de esas representaciones que sentí una poderosa presencia en el local. Busqué entre el público y no me costó mucho identificarlo. No aparentaba más de dieciocho años, tenía una larga cabellera rubia que le llegaba a la cintura y que llevaba recogida en una cola, ojos de un verde luminoso y una boca pequeña pero de labios carnosos. Su rostro era hermoso como el de una muchacha, pero lo que me fascinó fue su aura. Debía de ser muy viejo, pues desprendía tanto poder que podía sentirla desde el otro lado de la sala. Vi que me miraba directamente, me había identificado, y supe que me esperaría a la salida.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Así fue, al abandonar el local, allí estaba el, con su elegante traje y esa sonrisa irresistible en su rostro. Se acercó a mi.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Me llamo Héctor-dijo- y me gustaría acompañarte a casa.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Soy Ruth-contesté.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Ya hacía años que me hacía llamar así. Mi verdadero nombre hacía ya años que había caído en desuso y a la gente se le hacía raro.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Es un placer conocerte, Ruth. ¿Que me dices, puedo acompañarte?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Me encantaría, pero mi pareja me espera para salir de caza.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Crees que le importaría que me uniera a la partida?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Solo hay un modo de saberlo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Subimos a su coche que estaba aparcado a la puerta y le guié hasta el local donde trabajaba María. Ella estaba en la puerta esperándome y cuando se la señalé a Héctor su rostro se iluminó.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¡Eso si que es una sorpresa! Esperaba a un varón.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Hice las presentaciones y a María no le importó que esa noche Héctor se uniera a nosotras. Creo que quedó tan fascinada por el como yo misma.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Desde esa ocasión, Héctor se unió a nuestras correrías cada noche. Era increíblemente rico y se mostraba muy amable con nosotras y continuamente nos hacía caros regalos que nosotras aceptábamos encantadas. Sin embargo, pude observar que conmigo mostraba una especial atención que no hacía extensiva a mi compañera.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Y esa especial atención, hizo efecto.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Una madrugada, al volver a casa después de nuestras correría nocturnas, le comuniqué a María mi decisión.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Tenemos que hablar-le dije.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Lo sospechaba desde hace días-respondió.-Te vas con Héctor,[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Si. Por favor, no me guardes rencor, no podría soportarlo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Rencor? Yo te amo pequeña. ¿Como podría guardarte rencor?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Entonces...¿Lo comprendes?[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Ambas sabíamos que esto pasaría un día o otro. Eres tu la que me abandona, pero podría haber sido yo. Espero que seas feliz con el.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Me arrojé a sus brazos y nos cubrimos de besos. Nos tumbamos en la cama abrazadas y llorando como dos Magdalenas hasta que el sueño nos venció.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]La noche siguiente me instalé en casa de Héctor, una lujosa mansión en las afueras. El insistió en que dejase el trabajo ya que su gran fortuna nos permitía vivir lujosamente a los dos.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Héctor me contó que había sido un viajero incansable, pero que hacía unos años se había cansado de esa vida y decidió echar raíces y llevar una vida más acomodada. Y ciertamente su hogar era muy confortable. Recuerdo lo que me impresionó su biblioteca, la cual contenía algunos ejemplares antiquísimos. También era un apasionado de la pintura y colgados de las paredes de toda la casa había retratos suyos de todas las épocas, algunos firmados por artistas de renombre como Miguel Ángel, Botticelli o Rembrant.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]María se unía ocasionalmente a nuestras correrías, pero esas ocasiones fueron haciéndose cada vez más espaciadas hasta que un día nos presentó a su nueva pareja. Se trataba de René, un vampiro de origen francés. René era adinerado, aunque no tanto como Héctor, pero lo suficiente para que ella también pudiera dejar el trabajo. Ambos se marchaban a vivir a París y yo me sentí feliz de que hubiera rehecho su vida con otra pareja.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Intenté aficionarme a la lectura, pero era un ejercicio que me cansaba, hasta que llegó a mis manos una novela romántica. Me aficioné enseguida a ese género, me fascinaba leer sobre unos sentimientos y unas sensaciones que yo jamás había experimentado, yo seguía virgen cuando fui convertida, y que ya nunca podría sentir dada mi condición de vampiresa. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Vivíamos, como ya he dicho, confortablemente, pero había una faceta de Héctor que me desagradaba de forma especial. Había decidido que los alrededores de nuestro hogar eran su coto privado de caza y no toleraba que otro vampiro entrara en ellos. Cuando eso sucedía, Héctor lo detectaba enseguida e iba a por el. Normalmente se limitaba a acercarse al intruso y proyectar su poder hacia el invasor. Eso no dañaba al intruso, pero le hacía consciente de su desagrado y, dado el temible aspecto de su aura, este huía para no volver.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Pero hubo una vez que fue muy diferente, el intruso se encaró con Héctor. Después de su advertencia se quedó ahí, de pie, desafiándole. Héctor no lo dudó ni un segundo y a una velocidad que hasta a mi me fue imposible de seguir, se echo encima suyo y le arrancó el corazón con las manos. Fue un espectáculo asqueroso y aterrador, estaba allí, de pie, con el corazón todavía latente de su víctima en la mano y parecía disfrutar con ello.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Jamás pude haber sospechado esa faceta de mi compañero. Ese nuevo aspecto de su personalidad, esa cara oculta me aterró y en ese momento decidí abandonarle. Era el año 2001.[/FONT]
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado noviembre 2011
    [FONT=Arial, sans-serif]VII[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Me instalé en el centro, en un pequeño pisito y, como ya no estaba bajo la protección de Héctor, empecé a buscar un trabajo. Lo encontré en un local de copas de ambiente gay, trabajaría detrás de la barra. Al principio fue muy chocante el echo de que los piropos y las insinuaciones vinieran esta vez de las mujeres. Las ignoré, como había venido haciendo hasta entonces con los hombres y a los pocos días, las más habituales ya sabían que no tenían nada que hacer conmigo.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]El horario no era estricto y me dejaba tiempo más que suficiente para salir de caza después de mi turno. Además, tenía dos días libres a la semana. Y en uno de esos días libres conocí a Víctor. Era el año 2005.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Esa noche estaba devorando a un apuesto joven de color cuando sentí la presencia de otro vampiro. Al principio me asusté, porque pensé que era Héctor, pero al observar su aura pude apreciar que era un desconocido y muy joven además, no podía llevar más de diez años como vampiro.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-¿Quieres un poco?- le pregunté.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Gracias- respondió.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]Se sentó en el banco dejando al joven negro entre los dos y cogiéndole la mano le mordió en la muñeca y bebió con moderación, seguramente ya se había alimentado. Después se quedó observando como terminaba con el chico. [/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Me llamo Ruth-dije.[/FONT]


    [FONT=Arial, sans-serif]-Víctor- respondió.[/FONT]




    [FONT=Arial, sans-serif]Y esa es mi historia, los que habéis leído las memorias de Víctor ya sabéis como nos convertimos en pareja y las aventuras que corrimos juntos. [/FONT]




    [FONT=Arial, sans-serif]FIN [/FONT]
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado noviembre 2011
    Entretenida historia, como siempre, me gusta leerte;):):p:D
  • Jack LondonJack London Garcilaso de la Vega XVI
    editado junio 2012
    Esta parte me ha gustado especialmente. Noto una mayor madurez en el relato, muy bien contextualizado y con descripciones pertinentes y precisas. Por su parte, los diálogos, sin pecar por exceso ni por defecto, dotan de ritmo al relato.
  • JanoJano Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado junio 2012
    Gracias a los dos por ser tan fieles a mi saga vampírica. Os recuerdo que ya publiqué en el foro la novena entrega:REENCUENTROS. Y ya está en marcha la décima.
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