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La hija del Temple

Catherine CromwellCatherine Cromwell Anónimo s.XI
editado enero 2012 en Histórica
Habían sido héroes. Clérigos que vertían su sangre por el honor y la verdad de la fe. En las cruzadas protegieron a los buenos peregrinos, y además recuperaron la ciudad Santa de manos de los sarracenos. Dios los premió entonces, colmándolos de riquezas y poder, convirtiendo a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo en la más brillante y destacada entre todas las demás ordenes de la cristiandad. Contaban con el ejercito mejor entrenado de las cruzadas, y todo cristiano tenía el deber de darles cobijo, alimento o ayuda.

Pero de pronto algo cambió. La envidia de un rey, la avaricia de un Papa y la permisividad de un pueblo aletargado por el dolor de las constantes guerras puso fin a la Orden. Los Templarios perdieron el favor de la Iglesia y fueron perseguidos como proscritos.

A muchos los torturaron y los obligaron a confesar delitos que nunca habían cometido. Idolatría, sodomía, simonía, herejía ... Aunque la orden había sido disuelta casi por completo, muchos se resistieron hasta el final ...

Ese fue el caso de Jaques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo ... El último gran Templario.

18 de Marzo de 1314, París

El sol se hundía en el horizonte, tiñendo las oscuras nubes de rojo, como si intuyera que con su marcha daba comienzo un festival de muerte.
-Berenice ... -Escuchó la voz de su madre llamarla desde el exterior. La muchacha se aproximó a la ventana y se asomó.
-¿Es ya la hora? -La desazón se apoderó de su voz y las lagrimas se acumularon en sus ojos, pero no se permitió llorar. Su madre asintió con la cabeza lentamente.

Berenice se irguió y respiró profundamente antes de coger su capa y salir a reunirse con su madre. De la mano, las dos mujeres se encaminaron hacia la catedral. Las calles eran difíciles de transitar, pues todos los parisinos deseaban ver arder al hereje.

La pira ya estaba preparada para recibir al condenado y la plaza se había llenado de curiosos y sádicos. El sol ya dejaba de alumbrar la tierra, y todo se encontraba cubierto de sombras. Tres hombres encapuchados se unieron a Beredice y a su madre.
-Madame de Favette, Mademoiselle Beredice ... -La voz familiar de Charles de Benoit las saludó, con un ligero toque de amargura en la voz. No hizo falta que los dos acompañantes de Charles hablaran para que Beredice los reconociera. A la derecha de Charles se encontraba el joven Gaspard Dupont, y a la izquierda de Dupont se encontraba Baptiste Gaudet. Sonrió con amargura a los tres mientras los saludaba con una ligera reverencia. No pudo decir nada más porque Jacques de Molay salió de la catedral, custodiado por dos soldados y dirigido a la pira.

La plaza se llenó de gritos que reclamaban la muerte de Molay. A Beredice se le hizo un nudo en la garganta al ver que el cuerpo de el último Gran Maestre mostraba evidentes signos de tortura.

Mientras ataban al condenado, la joven Beredice de Favette miró a su madre, casi desesperada, como si ella pudiese hacer algo para evitar la cruel muerte de Molay. Claudie de Favette permanecía impasible, con los ojos fijos de Jacques.

La mujer, que ya comenzaba a tener el cabello cano, buscaba a su amante en aquel anciano deshecho. Llevaba siete años sin verlo, y en esos siete años, Jacques había sufrido interminables torturas, pero cuando él posó sus ojos en los de ella, Claudie sintió una oleada de dolor. Jacques le dedicó una fugaz sonrisa, que terminó convirtiéndose en una mueca de dolor.

Cuando terminaron de atarlo, llegaron sus últimas palabras:
-Buenas gentes Cristianas, he venido aquí a morir, pues las leyes me han encontrado culpable -Se hizo el silencio en la plaza, pues todos se estremecieron al escuchar su voz, Claudie sonrió con nostalgia y cerró los ojos mientras las lagrimas comenzaron a surcar su rostro -Pero juro por Dios, y por mi alma inmortal, que jamás he cometido ni uno solo de los delitos que se me han atribuido. La Orden del Temple siempre ha sido leal a Dios, y ha sido la codicia de los hombres la que nos ha hundido. Mi anterior confesión fue arrancada bajo tortura, y por ello, me retracto ante vosotros, buenos Cristianos, y os ruego que recéis por mi alma -Beredice ahogo un gemido cuando sus ojos se encontraron con los de Molay, con los de su padre. Tan solo era una niña cuando lo vio por última vez ... Y al ser una bastarda, muy pocos sabían que compartían sangre.

Como todo clérigo, los Templarios no podían tener ni esposa, ni hijos, y como cualquier clérigo por aquel entonces, Molay hizo caso omiso a sus votos de castidad. Cuando su amante, Claudie de Favette, quedó encinta, Molay prometió cuidar en secreto de ella y de la críatura, y así lo hizo. Beredice no era la única hija bastarda de un Templario. Los tres jóvenes que la acompañaban aquella tarde frente a Notre Dame, habían visto arder a sus respectivos progenitores semanas antes, en aquel mismo lugar.

Jacques de Molay apartó los ojos de su hija para mirar hacia las gradas, donde el rey francés Felipe IV, su consejero Guilliaume de Nogaret y dos representantes del Papa Clemente V.

El rostro del anciano caballero, recobró momentáneamente la fuerza al observar a quienes habían conspirado contra los Templarios y contra él.

-¡Y a mis asesinos! -Bramó Molay para llamar la atención de estos -Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!... A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año... -La plaza se llenó de murmullos y de exclamaciones de horror ante la maldición que Jacques de Molay había lanzado, pero Beredice sonrió y miró hacia las gradas, donde el rey, que se había quedado pálido, hacía nerviosos gestos al verdugo para que encendiera la pira.

En cuanto el verdugo comenzó a caminar hacia Molay, con la antorcha en la mano, Claudie se volvió hacia su hija y hacia los tres jóvenes que las acompañaban.
-Llevaos a Beredice de aquí ahora mismo ... Id con Dios -Les dijo la mujer en un susurro.
-Madre ... -Fue lo único que pudo decir la joven antes de que una mano se aferrara a su brazo y tirase de ella para conducirla por la atestada plaza. Trato de soltarse y volver junto a su madre.
-No, no os volváis ... -La voz de Gaspard indicaba nerviosismo, y caminaba a toda prisa, tirando del brazo de Beredice.
-Quiero volver ... -Protestó ella, sin dejar de luchar. Los dedos de Gaspard la agarraban con tanta fuerza que la lastimaban. Gaspard se detuvo y la miró con severidad.
-No, no queréis ... Creerme ... No queréis ... -La temperatura de la plaza aumentó de pronto y Beredice supo que la pira ya había sido encendida. Cerró los ojos y se dejó guiar. Esperaba escuchar pronto los gritos agónicos de su padre, pero en vez de eso, el último Gran Maestre de los Templarios, repitió su maldición:

-Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!... A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año...

-Tapaos los oídos, Mademoiselle Beredice -Le dijo la amable voz de Baptiste Gaudet, que caminaba tras ella. No tuvieron que sugerírselo dos veces, se tapó los oídos y siguió a los tres caballeros por las vacías calles de París. El olor nauseabundo de carne quemada se propagó rápidamente, y Beredice no pudo evitar llorar.

Comentarios

  • NefertitiNefertiti Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2012
    Enhorabuena. Me ha gustado mucho, tanto el tono del relato como el tema. Los templarios son una de mis pasiones desde que era una niña. Gracias por haberlo compartido
  • AuxiAuxi Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita s.XIV
    editado enero 2012
    Los templarios no "recuperaron la ciudad Santa de manos de los sarracenos", para nada. Un poco más de documentación histórica si se quiere hablar de historia. O te conformas con lo que te digan personas que, como tu, no se han documentado nunca.

    Lo que pasa es que los que leemos novela histórica esperamos que los autores tengan "alguna" idea de lo que escriben y no solo cuatro idioteces que les suenan.

    Aparte de eso, un coñazo.
  • NefertitiNefertiti Fernando de Rojas s.XV
    editado enero 2012
    Eres incansable, ¿eh? ¿Hay algo que te guste aparte de tocar las narices, pesada?
  • amparo bonillaamparo bonilla Bibliotecari@
    editado enero 2012
    Cómo que sólo le gusta Don quijote de la mancha, pero como lo mancha cada que lo nombra, parece que no se lo ha leido:D:D:D:D en una partecita por ahí dice que " no hay libro tan malo, que no tenga algo bueno", lo mismo puede ser para cada escrito que aqui suben los foreros, puede que no sean la gran inminencia, pero algo bueno tendrán, sólo que para ese personajillo no hay nada rescatable en este foro, por lo tanto no me explico que hace viniendo a restregarnos a todos aqui, su incultura.:):):D:D:p:p
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