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SOBRE “EDIPO REY” DE SÓFOCLES (II parte)

madeiromadeiro Gonzalo de Berceo s.XIII
editado mayo 2008 en Ensayo
OTRO ANÁLISIS SOBRE “EDIPO REY” DE SÓFOCLES
(segunda parte)

En este rechazo el autor nos exhibe un rasgo de la conducta humana del que más tarde nos hablará Friedrich Nietzsche en “El ocaso de los dioses”. Leemos en el punto 5 de “Los cuatro grandes errores”: “Lo desconocido involucra peligro, inquietud, zozobra; el instinto acostumbra ocuparse de eliminar estos estados penosos. Primer principio: Cualquier explicación es preferible a ninguna... cualquier representación mental que permita tornar conocido lo desconocido resulta reconfortante y se la cree cierta. Es la prueba del placer como criterio de verdad”.
Edipo se encuentra en esta situación.
Sabemos ahora que su vida es desdichada porque un oráculo le dijo que asesinaría a quien él considera su padre, Pólibo, y que se casaría con su supuesta madre, Mérope. Sabemos de su esfuerzo, separándose, alejándose de ellos, para impedir esta calamidad. Luego alguien le imputa un mal similar al que él está procurando evitar pero relacionándolo con otros personajes. Su mente se confunde, se atormenta y lucha por eliminar ese “estado penoso” y por hallar placer en la “verdad” que le es conocida, sin procurar mayor explicación que la que tiene.
Toda vez que lo veamos contrariar alguna situación se tratará de: el rechazo natural a una verdad distinta a la conocida por él o, retomando a Nietzsche, una conducta de base instintiva (cualquier explicación es preferible a ninguna).
No obstante, un recuerdo puntual –revivido tras el relato de Yocasta-, lo acontecido en un cruce de tres caminos, lo hace temblar. Y su espíritu no será tan mezquino como para impedir el avance de la verdad.
Como se ha de ver, será más bien Yocasta quien le refute una y otra vez que no hay pruebas en su contra.
Edipo no resolverá su conflicto con mentiras sino empecinándose en la verdad. Para ello hará buscar al único sobreviviente del ataque a Layo, un siervo que se recluyó en el campo. Se esperará que éste confirme si en el hecho participaron varios delincuentes como oportunamente se dijo o sólo uno.

Acto seguido queda sólo el Coro por intermedio del cual Sófocles hace saber el sentir popular: Todos están perplejos y nadie entiende como puede ser que los oráculos sobre Layo no se hayan cumplido. También le sirve para anunciar, indirectamente, la pronta resolución del conflicto: El Coro suplica la intervención de los dioses para que esto se aclare.

Los ruegos no tardarán en ser oídos pues, inmediatamente, un mensajero procedente de Corinto traerá noticias inesperadas. Anunciará que Pólibo ha muerto.
La primera en enterarse será Yocasta quien, plena de alegría, hará llamar a Edipo para noticiarlo.
Enterado el rey se mostrará consolado por no haber sido él responsable de la muerte. Sentirá que su alejamiento de Corinto tuvo sentido, más allá de que hubiera preferido –así lo manifiesta- que aquello no sucediera para disfrutar de sus padres.
Tanto él como Yocasta ven con alegría que el oráculo que había recibido en Delfos comience a carecer de sentido pues no mató a su padre, Pólibo.
En este punto, Foucault señala que Edipo no muestra tristeza por la muerte de Pólibo. Interpreta la situación como una muestra más de su marcado interés y preocupación por retener el poder, pues con esto se ve libre de sospechas y asegura su perpetuidad.
Como fuera expresado más arriba, la situación de Edipo es a todas luces dramática, al punto de verse obligado a irse para siempre de Corinto para evitar la muerte de Pólibo en sus manos.
La noticia del mensajero no le trae alegría sino un esperado sosiego pues le hace sentir que su propio sufrimiento, alejado de sus padres por la fuerza de la circunstancia, ha servido para evitar el cumplimiento de, al menos, una parte de la horrible profecía.
Es de notar que ambos, Edipo y Yocasta, durante los diálogos junto al mensajero hacen repetidas referencias a Pólibo como el “padre” de Edipo: “tu padre Pólibo”, “¿...debía yo matar a mi padre?”, “gran descanso es la muerte de tu padre”, etc.
No pasa lo mismo con el mensajero. Él nunca se refiere a Pólibo como “padre” de Edipo.
Esto muestra un cuidado del autor. ¿Por qué?. Porque será el mensajero el encargado de notificar a Edipo que Pólibo no es su padre.
Este hecho sucederá rápido.
Edipo se mostrará parcialmente tranquilo por el deceso de quien considera su progenitor ya que aun le resta evitar casarse con quien sería su madre, Mérope.
Cuando hace saber esto al mensajero, éste le informa que nada debe temer.
Otra vez, se desatará una nueva tormenta de angustias para el personaje central de la obra.
El mensajero le notifica que Pólibo no era su padre ni Mérope su madre.
Relata que él mismo lo entregó al rey de Corinto tras haberlo rescatado en el bosque Citerón, donde lo recibió a su vez de otro pastor que habría sido servidor de Layo.
La situación es aprovechada para explicar el origen del nombre del monarca. Cuando se lo recogió del bosque le desataron los tobillos que tenía perforados. Por eso el rey de Corinto lo llamó Edipo: “el de los pies hinchados” o “tobillos taladrados”.
Saliéndome un poco del relato, recuerdo aquí una apreciación de Foucault respecto del título de la obra, dice: “Es digno de tener en cuenta que... no sea: Edipo, el incestuoso o Edipo, asesino de su padre, sino Edipo, rey. ¿Qué significa la realeza de Edipo?”. A partir de allí renueva su posición sobre que el tema central es el poder, resaltado por la propia titulación.
Me parece que evaluando los análisis efectuados hasta aquí que nos permiten descartar el tema del poder como eje de la trama, podemos conjeturar una respuesta diferente al porqué del nombre de la obra.
Si pensamos al título “Edipo, rey” como una señal dada por el autor para que comprendamos que hablará de “Edipo y el poder”, tenemos que preguntarnos por qué la obra que sería su continuación se llama “Edipo en Colono”. No interpretamos este segundo título como una señal sobre que el tema será “Edipo y esa ciudad”. De hecho no se trata de eso. En cambio sabemos que sí se trata del relato que describe los últimos días de Edipo en el destierro, ciego, querido y ayudado por sus hijas y respetado hasta por el propio Teseo quien tiene palabras elogiosas para él. De aquí deducimos que “Edipo en Colono” es el equivalente a decir “La historia de los últimos días de Edipo en Colono”. Del mismo modo podemos inferir que “Edipo, rey” bien pudiera ser el equivalente a decir “La historia de los días de Edipo cuando era rey”.
La verdad última sobre si esto es así o no la guarda Sófocles y es imposible, hasta donde sabemos, pedirle respuesta. Una cosa si es segura, en “Edipo en Colono”, su última obra, quiso que su tierra natal quedara inmortalizada.
Regresemos a la escena.
Dijimos que el mensajero le notificó a Edipo que Pólibo no es su padre ni Mérope su madre. Él lo entregó al cuidado de ellos, habiéndolo recibido a su vez de manos de un servidor de Layo.
Es evidente que aquel “alivio” que implicó enterarse de la muerte de Pólibo queda totalmente destruido cuando se advierte que si éste no es su padre ni aquella su madre, aun es potencialmente capaz de cumplir el fatal presagio, si es que aun no lo cumplió
Ahora sabe que otro fue su padre y que pudiera tratarse del mismo Layo.
Conforme el relato de Yocasta y lo que sabe sobre sí mismo, hay varias coincidencias en cuanto al tema del abandono en un bosque y sobre el oráculo.
Quedará conocer si el testigo sobreviviente del atraco puede confirmar si los atacantes fueron varios o uno solo, y también si puede localizarse al pastor que entregó un recién nacido en el bosque al mensajero.
Edipo, desesperado por conocer la verdad, aunque sin duda esperando sea muy otra de la que se presenta ahora ante sus ojos, pide el auxilio de los ciudadanos (representados por el Coro) para ubicar al pastor.
Será Corifeo quien le informe que el individuo que se busca es el mismo que sobrevivió al ataque. Yocasta tendría información sobre su paradero pues le habría solicitado a ella retirarse de la ciudad al campo cuando Edipo fue hecho rey.
Tenemos aquí un enigmático personaje que guarda un enorme conocimiento. Sabe que Edipo no fue muerto cuando niño sino entregado a otra familia, y vio el cumplimiento de la profecía cuando Layo fue asesinado por éste, luego nombrado rey de Tebas y finalmente desposado con su propia madre.
Él es responsable de esta situación; es la herramienta sin la cual la profecía no se hubiera cumplido; al desoir el mandato de Layo, dejando con vida al niño, hizo posible esta sucesión de infortunios.
En el diálogo que sigue entre Edipo y Yocasta, ella se niega a darle la información requerida pero él insiste, pretende llegar hasta las últimas consecuencias.
Es entonces cuando el autor nos muestra que Yocasta ya entendió en su corazón la nefasta verdad, diciéndole: “¡Desdichado!, ¡Ojalá nunca sepas quien eres!”. Muy alterada entrará en el palacio.
Corifeo manifiesta miedo por el silencio y el precipitado alejamiento de Yocasta, preparando al auditorio para lo que vendrá: “Temo... que estallen desgracias”.
Edipo insiste en conocer su origen. Dice que no le importaría que de esta investigación resulte que fuera hijo de esclavos.
Este comentario es un recurso del autor mediante el cual muestra al atormentado Edipo refugiándose en una verdad que, aunque vergonzosa para un rey, sería para él mejor que su cruel destino. Recordemos a Nietzsche: “El instinto acostumbra ocuparse de eliminar estos estados penosos”.

Ya estamos prontos a arribar al desenlace de esta historia.
Acompañado por dos esclavos entra el tan esperado pastor, ya anciano, un fiel servidor de Layo.
Edipo coteja con el mensajero si el pastor de quien hablaba es el mismo que tiene delante y éste se lo confirma.
Un rico intercambio de preguntas y respuestas entre los tres terminará por destruir la poca esperanza que el monarca guardaba en su corazón.
Se le confirma que es hijo de Layo; que Yocasta lo entregó al pastor para que muriera en el bosque; que por compasión éste desobedeció y el recién nacido Edipo terminó siendo adoptado por Pólibo y su esposa; que fue el asesino de su padre en el cruce de los tres caminos; que Yocasta, con la que se casó, es su madre.
Preso de la más intensa angustia, entrará en el palacio, desapareciendo de escena.
Queda el Coro lamentándose por el torbellino de tribulaciones que sufre Edipo y se pregunta ¿Qué valor puede tener la felicidad de un hombre que de pronto es arrojado a tantas desgracias? El dolor agobia a toda la ciudad.
Un mensajero procedente del interior del palacio informará que Yocasta se ha suicidado y que Edipo se hirió la cuenca de sus ojos con dos broches del vestido de ella, quedando ciego.
Estas circunstancia son descriptas con una solemnidad y un dramatismo que logran conmover profundamente al auditorio.
Todo es desdicha. La vida de un hombre que parecía afortunado, elegido por los dioses, a sido trocada por el peor de los abismos.

Esta es la historia de Edipo, de un hombre que fue hecho rey por salvar a la ciudad de sus males.
No es la ambición ni el despotismo lo que lo erige como monarca. Es el servicio a favor de los otros.
Y llegará a inmolarse a sí mismo para volver a salvar a Tebas.
Sus propias palabras a Tiresias: “Servir a sus semejantes es la mejor forma que tiene un hombre de utilizar su sabiduría y su riqueza”, nos permiten percibir su altruismo.
Entregarse en manos de Creonte, su cuñado, para que se cumpla sobre sí con el castigo del destierro que él había establecido, lo dibuja entero, fiel, de palabra.
En “Antígona”, Sófocles pondrá en boca de Creonte palabras de respeto aludiendo al recuerdo de Edipo: “Ancianos, el timón de la ciudad que los dioses bajo tremenda tempestad habían conmovido, hoy de nuevo enderezan... yo... conozco bien vuestro continuo respeto al gobierno de Layo, y también, igualmente, mientras regía Edipo la ciudad; porque sé que, cuando él murió, vuestro sentimiento de lealtad os hizo permanecer al lado de sus hijos”.
“Edipo, rey” es la historia de un hombre luchando contra su destino; de uno que llegó a ser muy feliz y, sin embargo, bastó un sólo día para que lo perdiera todo.
Hablando sobre eso terminará la obra. Será Corifeo quien nos hará saber que enseñanza hay tras la tragedia de Edipo: No se puede considerar feliz a nadie hasta que no veamos llegar su ultimo día también en felicidad.
Un fragmento de la tragedia “Fenicias” de Eurípides, habla del momento en que Edipo y Antígona parten al destierro. Sintetiza perfectamente lo dicho. Allí Antígona se lamenta: “¡Dónde queda el Edipo de los grandes enigmas!”. Edipo responde: “Ya no existo, hija mía. Sólo un día en la cumbre, otro día en la nada”.

Para aquellos que aun no leyeron “Edipo, rey”, espero que este análisis haya despertado su interés en esta obra digna de lectura por su rica trama, su intriga, su valor moral, su calidad literaria.
Para los que ya lo hicieron, ojalá haya conseguido estimular su deseo de relectura.

Daniel Adrián Madeiro

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Comentarios

  • IncongruenteIncongruente Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado mayo 2008
    He leído y pensado su ensayo sobre Edipo. Lo ha dividido en dos partes y, en mi opinión, estas partes se diferencian profundamente.

    Me explicaré. Cierto es que parto de la base de haber leído hace años Edipo y que de su lectura saqué ciertas conclusiones. Pero quisiera primero razonarle mi separación entre la primera parte de este ensayo y la segunda. Creo que la primera es realmente un perfecto ensayo, ya que cumple a rajatabla las características de todo escrito ensayista, el autor desarrolla sus ideas sobre un determinado tema, en este caso Edipo, sin explicar de donde procede su erudición. Es, sencillamente, una exposición esquemática de la gran obra de Sófocles. Sin embargo, en la segunda parte, cambia el objeto por el sujeto, entra en la obra, en muchos casos extrayendo partes de la misma y los comenta; lo interpreto más como un comentario del escrito que como una opinión sobre lo que Sófocles pudo querer decir o el ensayista, en este caso usted, entender.

    No sé si me he sabido explicar.

    En cuanto a mi atención a su ensayo está basada en que cuando leí la obra, también saqué como conclusión que el leitmotiv de la idea de Sófocles en su Edipo es la búsqueda de la verdad y no la del poder. Para mí es una lucha entre la verdad y la realidad, entre las ideas y los sentidos. Me recuerda mucho a Platón en La República, aunque enfocado desde otro diferente punto de vista. Lo cito porque muchas veces me ha venido a la mente la idea que Platón pudo basar su gran obra en los escritos de Sófocles, aunque siempre se ha sabido que Sócrates fue su modelo en sus diálogos, por lo menos en los primeros.

    Perdone mi intromisión con la que entiendo pueda no estar de acuerdo pues ya he dicho que "mi razonamiento es incongruente, de ahí mi nick" Atentamente y agradecido por su ensayo.
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