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El Cacique Caroyapa

Alejandra Correas VázquezAlejandra Correas Vázquez Gonzalo de Berceo s.XIII
editado noviembre 2010 en Histórica
EL CACIQUE CAROYAPA
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por Alejandra Correas Vázquez

(Acuarelas Argentinas, sitio provincia de Córdoba, estancia de Jesús María, siglo XIX)

Un niño pequeño y solitario corretea por las arcadas de la señorial Casa de Caroya. La sombra del cacique Caroyapa, antiguo jefe indio del predio, se proyecta sobre las paredes y él cree jugar con ella. Numerosas voces lo acompañan, juveniles algunas, severas otras... y otras de lenguas incomprensibles para él, incluso diversas —americanas y europeas— que el niñito no sabe aún interpretar. Nunca ha habido un niño en aquel lugar y como no tiene con quién jugar, su papá Josep Orencio Correas, le trae un compañerito llamado Luciano, que va a jugar entusiasta con él, desde ese momento y para siempre.

Aún no sabe que en realidad, es su hermano. Pero observa que su mamá, bella y jovencita y de la edad de sus hermanos (los hijos del anterior matrimonio de su padre) ...esta niña apenas incipiente que ahora es el ama de Caroya, comienza a tratar al recién llegado con ternura y de a poco, el niño nuevo la llamará “mamá” como él. Un niño ante la soledad, admite compartirlo todo. Incluso a su madre. Como comparte todos sus juguetes con él –abundantes para este infante rico y solitario– y Luciano que hasta ese momento era un desconocido, comienza a sentirse de a poco como el “pequeño hermano mayor” y a responsabilizarse de él.

Así de pronto ya no juega más solo ese pequeño niño Santiago con voces de fantasmas, sino con una voz auténtica, la de otro niño, la de Luciano, incorporado finalmente a la familia. Aunque en los documentos declara el padre que él ha tenido un solo hijo de su adolescente esposa –Justina Narvaja Marín– ella, empero, criará a este niño que siempre la llamará como si fuese su mamá.

Nunca se supo con exactitud quién fue la madre real de Luciano, pero se sobrentendió entonces, que pertenecía a una familia educada y de buen linaje que quiso siempre mantener su apellido en reserva, aunque Luciano (quien iba a destacarse por su capacidad social) al parecer mantenía una relación muy fluida con ella, como un lazo que había perdurado. Tenía al llegar muy buenos modales, leía y escribía, siendo evidente en él una buena formación, lo que le valió el arraigo junto a la joven Justina, quien habría de encariñarse con él. Era comunicativo, así como Santiaguito era ya reservado en la infancia, y seguiría siéndolo, asimismo, más adelante. Dejó una descendencia destacada en Córdoba con tendencia a la vida social citadina.

Luciano era mundano y a pesar de ser el bastardo, tuvo trascendencia social lograda por su carisma. Muy distinto al pequeño y solitario Santiago, cuyo carácter aislado (fuera propio o adquirido entre los vacíos corredores de la Casa de Caroya) mantúvose siempre con estas características.

La fascinación de aquellos claustros jesuíticos (ahora habitados por él y familia) daban a Santiago una peculiar atmósfera para pasar una infancia. Llena de imágenes mágicas, quizás inexistentes, pero reales en su entorno y verdaderas para él. Muchas veces creía ver delante suyo a la imagen del gran cacique con todo su atuendo principesco. Caroyapa le interrogaba inquieto por su presencia en aquel lugar, como ante un invasor blanco a quien el Curaca no había previsto en sus predios. El niño no le temía y gustaba hablar con él. Describía su atuendo insólito a sus contertulios —padre, madre, hermanos mayores y esclavos— los cuales resolvieron debido a ello, buscarle una compañía real. Pero aún así, el pequeño estaba muy aficionado a sus fantasmas.

Ellos fueron su única compañía en el período de soledad… y no deseaba desprenderse de ellos. De este modo quiso presentárselos al hermanito recién venido, para compartirlos con él. Como ahora compartía a su mamá y a sus juguetes. Luciano, el hombre de mundo, quien ya iniciaba sus artes sociales al incorporarse a una nueva familia con éxito (y que era en realidad la de él) aceptaría el reto. Los viera o no. Si estaba en juego la “société” era suficiente para darles bienvenida. Y Santiaguito quedó así encantado con el niño recién llegado.

Eran muy importantes los fantasmas de Caroya para este pequeño solitario. El gran Cacique Caroyapa, quien fuera alma máter de la construcción de Jesús María (cuando fue edificada por los Jesuitas donde este cacique con toda su tribu se asoció y colaboró) habíase convertido en parte de él mismo ¡sus fantasmas propios!

Y él seguía escuchándolos por la soledad de los corredores. Los veía con un libro en la mano, con su vestimenta Jesuita, leyendo al sol o apoyados en las arcadas. Por momento esas voces volvíanse trágicas ...Dolorosas... Escuchábanse gritos imperiosos de soldados y ruidos de cadenas, insultantes algunas con voces de mando, que invadían la paz de la gran Estancia. Las lágrimas del Cacique Caroyapa rodaban como láminas de sangre. Toda la extensión espléndida de Jesús María quedaba dominada por el terror.

Los habitantes puebleros de la zona, los gauchos que ahora trabajaban para su padre, hablaban con el niño de esas voces... ¡Porque los Jesuitas para ellos aún estaban allí! Continuaban residiendo en aquel lugar, para todos aquellos puebleros, gente simple de a caballo, fieles y dignos criollos de antaño, gauchos viriles que no podían olvidarlos. Sus opresores —los soldados del rey Carlos III— habían venido a encadenarlos y deportarlos. Pero la fidelidad gauchesca manteníase incólume al atropello. A las vilezas que vieron cometer ...Y que estos criollos nunca perdonarían.

Influyó mucho en la zona de Jesús María adonde el general San Martín fue a buscar caballos y soldados, vino y armas blancas, la entereza criolla que no pudo perdonar aquel cruento suceso y que quería vengar a los jesuitas expulsados, cincuenta años después. Hijos y nietos de aquellos gauchos que intentaron defenderlos (facón contra arcabuz, quedando la tierra de Caroya roja de sangre criolla) acompañaron a San Martín para cruzar la Cordillera de los Andes. Y como buenos jinetes participaron de sus batallas. Eso sí, ahora armados con pólvora.

En todas las antiguas casas jesuíticas de Córdoba, se vieron y se escucharon fantasmas. Sea porque la población se negaba a desprenderse de ellos. Sea porque hubieran tenido un rápido final trágico (al salir prisioneros y encadenados con destino ignoto). Y aunque dos décadas después hubo informes sobre algunos de ellos desde Europa, de aquellos profesores que salieron de la Docta Córdoba esposados —la ciudad donde los Jesuitas crearon la universidad más austral del continente americano en 1622— nunca faltaron las referencias mágicas.

O parapsicológicas. Era frecuente la insistencia sobre la aparición de los Jesuitas como “ánimas en pena”, la presencia del cacique Caroyapa en su casa de Caroya, con su atuendo de lujo, muy rojo. La vigencia presente de todos ellos, quienes retornaban de esa forma mistérica hacia Córdoba y su provincia. La aislada región que ellos amaron, hicieron crecer y cultivaron con paciencia. Una comunidad sudamericana que a su vez, tánto los habían amado.

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Comentarios

  • Alejandro68Alejandro68 Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2010
    Pienso que "los títulos llaman",y "las historias atrapan"...me quedó un dejo indígena en esta leyenda que ronda a un fantasma,a un patriarca representante de una raza y de un tiempo.
    El protagonista de la casa se mantuvo a la sombra de ésta,donde habita otra interesante historia familiar.Que describes retóricamente enmarcada con reflejos de leyenda.Muchas gracias Alejandra,sé que la narración tuvo ese sentido pero...

    Quisiera hacerte una petición si fuera posible estimada noble escritora:
    me gustaría de alma, leerte en una historia en que los indios fueran amos&señores,donde hayan detalles de su diario autóctono y que lo cuentes con tu enfoque "me encantaría"Ale .Un abrazo
    Posdata:quizás deba pedírtelo por correo privado o quizás no debí mencionarlo siquiera... :o
  • Alejandra Correas VázquezAlejandra Correas Vázquez Gonzalo de Berceo s.XIII
    editado noviembre 2010
    Alejandro68

    Como bien dices :

    "Quisiera hacerte una petición si fuera posible estimada noble escritora:
    me gustaría de alma, leerte en una historia en que los indios fueran amos&señores,donde hayan detalles de su diario autóctono y que lo cuentes con tu enfoque "me encantaría"Ale .Un abrazo
    Posdata:quizás deba pedírtelo por correo privado o quizás no debí mencionarlo siquiera..."

    Aquí centro de Argentina, como en Uruguay, no tenemos un enfoque realista de nuestros pueblos originarios, pues se asimilaron transformándose en gauchos y chinas (claro mestizados). Faltó el enfoque actual que estudia las etnias primitivas como las tribus amazónicas, que nos prestan una natural atención. Sabemos que los Comechingones de provincia de Córdoba y San Luis no comían carne, eran naturistas,batata y papa eran su alimento general, y tenían una vida colectiva con numerosos pueblos pequeños (cuevas) esparcidos por la provincia donde "todo era de todos". El cacique Caroyapa consideraba que todo lo que era de los Jesuitas también era de él. Su lugar y casa hoy día se llama Colonia Caroya.

    saludos Alejandra
  • Alejandro68Alejandro68 Fernando de Rojas s.XV
    editado noviembre 2010
    Hola Alejandra sé que tomas muy en serio los relatos,logras combinar historia con arte.Entre líneas leo tu oficio y me gusta.

    En mi humilde opinón debes hacer foco en tu dote y no en detalles veraces de la historia indígena.Así tendremos un gran aporte cultural y el placer que brindan tus trabajos,flameados con tu pasión literaria...:)
    Un abrazo
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